Todo lo
Solido se Desvanece en el Aire
Siglo XXI, 6
ed. 1992
¿
que es lo que temen reconocer en sí mismos los miembros de la burguesia? No su tendencia a explotar a las personas, a
tratarlas simplemente como medios o (en su lenguaje económico más que moral)
como mercancías. A la burguesía, tal como la ve Marx, esto no le quita el
sueño. Después de todo, se lo hacen unos a otros, e incluso a sí mismos, así
que ¿por qué no iban a hacérselo a todos los demás? La verdadera fuente de
problemas es la pretensión burguesa de ser el “partido del orden” en la
política y la cultura modernas. Las inmensas cantidades de dinero y energía
invertidas en la construcción, y el carácter conscientemente monumental de
buena parte de ella - de hecho, a lo
largo del siglo de Marx, en un interior
burgués no había mesa ni silla que no pareciera un monumento – testifican la
sinceridad y seriedad de esta pretensión. Y sin embargo, el fondo de la
cuestión, en opinión de Marx, es que todo lo que la burguesía construye, es
contraído para ser destruido. “todo lo sólido, desde la telas que nos cubren hasta
los telares y los talleres que las tejen, los hombres y mujeres que manejan las
máquinas, las casa y los barrios donde viven los trabajadores, las empresas que
explotan a los trabajadores, los pueblos y ciudades, las regiones y hasta las
naciones que los albergan -, todo está hecho para ser destruido mañana,
aplastado o desgarrado, pulverizado o disuelto, para poder ser reciclado o
reemplazado a la semana siguiente, para que todo el proceso recomience una y
otra vez, es de esperar que para siempre, en formas cada vez más rentables
(95)
Tomemos
como ejemplo la teoría de las crisis de Marx: “crisis (…) que, con su retorno
periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la
existencia de toda la sociedad burguesa”. En estas crisis recurrentes, se
“destruye sistemáticamente, no solo una parte considerable de productores
elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas”. Marx
parece creer que estas crisis debilitarán de manera progresiva el capitalismo
para finalmente destruirlo. Y sin embargo, su visión y su análisis de la
sociedad burguesa muestran lo bien que esta sociedad puede sortear las crisis y
las catástrofes: “ de una parte, por la destrucción obligada a una masa de
fuerzas productivas, de otra, por la conquista de nuevos mercados y la
explotación más intensa de los antiguos”. Las crisis pueden aniquilar a
personas y grupos que, de acuerdo con las definiciones del mercado, son relativamente
débiles e indeficientes; pueden abrir espacios vacíos a las nuevas inversiones
y desarrollos; pueden obligar a la burguesía a innovar, a expandirse y a
combinarse de manera más amplia e ingeniosa que antes: así pueden actuar como
fuentes inesperada de fortaleza y resistencia capitalista. Tal vez sea cierto
que, como dice Marx, estas formas de adaptación solo preparan “crisis más
extensas y más violentas”. Pero dada la capacidad burguesa para hacer rentables
la destrucción y el caos, no existe una rezón aparente por la cual la espiral
de estas crisis no pueda mantenerse indefinidamente, aplastando a personas,
familias, empresas, ciudades, pero dejando intactas las estructuras del poder y
la vida social burguesa
(p. 100)
…los
vinculos comunitarios de los
trabajadores, engendrados inadvertidamente por la producción capitalista, a su
vez generarán instituciones políticas combativas, asociaciones que se opondrán
al marco privado y atomista de las relaciones sociales capitalistas y
finalmente lo derribarán. Así lo cree Marx. Y sin embargo si es cierta su visión
general de la modernidad, ¿Por qué han de ser las formas de comunidad
producidas por la industria capitalista
más sólidas que cualquier otro producto capitalista? ¿ no podrían resultar esas
colectividades, como todo lo demás en el capitalismo, únicamente temporales,
provisionales, construidas para la obsolescencia?
(p. 100
– 101)
Podemos
ver que el objetivo de plenitud que Marx
ve a la vuelta de la esquina, podría
tardar mucho tiempo en llegar, si es que llega; y podemos ver que incluso si
llega, puede ser tan solo un episodio fugaz y transitorio, esfumado en un
instante, añejo antes de haber podido osificarse, barridos por la misma matea
de perpetuo cambio y progreso que brevemente lo pusiera a nuestro alcance,
dejándonos flotar indefinidamente, impotentemente. También podemos ver cómo el
comunismo, para no desintegrarse, podría sofocar las fuerzas dinámicas,
activas, de desarrollo, que le han dado vida, podría defraudar muchas de las
esperanzas que lo hicieran digno de luchar por él; podría reproducir las
injusticias y las contradicciones de la sociedad burguesa bajo un nuevo nombre.
Irónicamente, pues, podemos ver cómo la dialéctica de la modernidad de Marx
recrea el destino de la sociedad que describe, ganando energías e ideas que se
desvanecen en su propio aire.
(p. 102)