domingo, 30 de julio de 2017

Capón Filas, desde el andén


Y  los amigos siempre se van
Son viajeros en los andenes
Aunque uno existe para los demás
(sin ellos es inexistente)

José Emilio Pacheco

Así imagino a Capón, buscando andenes para su último viaje, como buscó andenes en su aventura humana a través de un pensamiento que siguió los carriles del derecho del trabajo (él insistía en llamarle derecho “Laboral”), la filosofía, la teología y siempre el compromiso con el prójimo, una palabra que en el autor adquiría toda la dimensión trascendente que solo él podía darle en nuestro ámbito universitario.

Con Capón aprendí que Teilhard de Chardin, Jacques Maritain, Amartya Sen, Romano Guardini, Enrique Dussel, Franz Hinkelammert, Leonardo Boff,  su maestro Goldsmichdt y tantos otros habían escrito sobre derecho del trabajo sin quererlo, puesto que su inquietud  intelectual sintetizaba esas vertientes venidas del campo del pensamiento filosófico, social y crítico en una veta latinoamericanista que vertía en sus esperados, creativos y rigurosos  votos de las sentencias de la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo de Argentina (y digo “rigurosos” en el sentido de proponer una comprensión totalizadora de la hiposuficiencia del trabajador, pese a que un punto de vista conservador  los considerara “extrajurídicos”, a lo cual Capón se apoltronaba en su sillón y respondía a ese positivismo obsoleto diciendo con sorna que  “esos tipos son simplemente narradores de normas”).

No sería posible reunir en un siempre módico inventario las invenciones y aportaciones de Capón Filas a nuestra disciplina, aunque en ningún caso debe soslayarse el edificio conceptual de su Teoría Sistémica del Derecho Laboral, que fue su plataforma intelectual de apoyo para una tarea de constante “aguijonamiento” al pensamiento  asentado en los manuales tradicionales y en cierta jurisprudencia complaciente,  de la que fue irreconciliable adversario. La teoría sistémica no solo comportó una forma alternativa de estudiar, conocer y aplicar el derecho laboral, sino que significó un quiebre antitético con los enfoques formalistas del derecho del trabajo a veces prevalentes en la difícil circunstancia histórica de los años 80 y 90, pugnando en lucha simbólica en favor de procesos de transformación social.

Tampoco puede evitarse mencionar al Equipo Federal del Trabajo, una iniciativa que  permitía que sus congresos anuales alcanzaran todos los puntos cardinales de la Argentina  en una iniciativa inédita, propia de quien se situaba  al margen de toda centralidad en su diversa dimensión, ya sea en lo geográfico  como también, y fundamentalmente, en el mundo académico.

Esa especie de “insularidad” del pensamiento y la acción de Capón Filas quizá sea la que mejor define su peripecia y propuesta intelectual y es asimismo su marca indeleble.
Aprendimos mucho, y seguiremos aprendiendo de Capón Filas en el testimonio escrito y vivo de su obra. Menos aprendimos de su inmenso coraje, que supo enfrentar – otra vez de manera independiente e insular – los vaivenes de la dictadura y luego el vendaval neoliberal del menemismo.

De esa última época, recuerdo mis visitas a su despacho en la Sala VI, a cuya puerta tenía adosada una pequeña cacerola, significando así su adhesión a los “caceroleos”, una forma militante de hacer sentir el descontento con las políticas regresivas en lo social mediante manifestaciones populares ciudadanas.

Capón fue también un amigo del laboralismo uruguayo, y cultivó una relación entrañable con Sarthou y Barbagelata.

Capón, un cristiano comprometido; Sarthou, un libertario obstinado y Barbagelata, un laico y demócrata  radical, constituyeron, con sus cercanías y diferencias, una suma aunada por el común propósito del destino humano de la igualdad.

Al maestro y querido amigo Capón Filas, nuestro recuerdo por siempre, aunque en  el andén y mientras se aleja,  me estará diciendo, con ese aire desacartonado  y anti solemne que tenía “no jodás, Barretto”

(Capon Filas falleció en Buenos Aires el 29 de julio de 2017)

sábado, 15 de julio de 2017

Tres determinismos tecnológicos sobre el futuro del trabajo

Tres Determinismos Tecnológicos sobre el Futuro del Trabajo es un artículo de nuestra autoría publicado en el día de hoy en el matutino La Diaria como nota de opinión.Compartimos el punto de vista sostenido por  terciar en el actual debate sobre el Futuro del Trabajo.



Es casi un lugar común vincular la innovación y desarrollo tecnológico con el futuro del trabajo como si se tratara de una relación automática de causa/efecto. De criticar y desmontar ese automatismo trata esta nota, en tanto nuestra hipótesis es que ese binomio tecnología/futuro del trabajo se apoya en tres determinismos total o parcialmente falaces.
1.
El primer determinismo consiste en considerar a la tecnología como un factor novísimo de cambio radical, una “disrupción” –el término se ha puesto de moda– que modifica definitivamente los modos de trabajar y de organizar el trabajo, de tal forma que hace inconsistentes y obsoletas todas las nociones y regulaciones previas que se construyeron en el curso de las relaciones de producción vigentes hasta ahora. Toda la estructura normativa que reglamenta el trabajo debería confinarse en algún museo de la revolución industrial por su inadecuación a un tiempo signado por las aplicaciones, el teletrabajo y los contratos puntuales para trabajos esporádicos. Algunos nos explican que se trata del fin del trabajo o del fin de la dependencia laboral.
Sin embargo, estrictamente, la tecnología aplicada al trabajo no es novedad alguna.
Muy por el contrario, el maridaje tecnología/trabajo es parte de la historia del industrialismo, en tanto el sistema taylorista (“científico”) constituye el paradigma de la conformación más tradicional de la empresa capitalista. Su introducción modificó las relaciones laborales y generó diversas respuestas desde los ámbitos del sindicalismo (un cierto tipo de organización, de negociación colectiva y de huelga), del Estado (regulación de la duración del trabajo, de las condiciones de salud y seguridad, del salario mínimo, etc) y del espacio internacional (surgimiento de la OIT para evitar que la desigualdad ponga en riesgo la paz universal, como reza su Constitución contenida en el capítulo XIII del Tratado de Versalles).
El desarrollo de la producción de bienes y servicios se sustentó en la creciente aplicación de la ciencia y la tecnología en equipos y en organización del trabajo merced a una red de relaciones que se tejió entre las fábricas y los laboratorios desde mediados del siglo XIX.
Estrictamente, la tecnología aplicada al trabajo no es novedad alguna.
En definitiva, la irrupción de la tecnología en el campo del trabajo humano no significa un cambio “copernicano” sino que es un episodio más de un impulso natural del sistema, en que “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Los efectos de esas transformaciones siempre fueron rápidamente asimilados y direccionados normativamente en clave de protección de la persona que trabaja.
2.
Esto nos conduce a un segundo determinismo presente en el actual debate sobre el futuro del trabajo, como es que la implantación de las nuevas tecnologías demanda que deba prescindirse de todo condicionamiento reglamentario para que encuentren de esa manera un entorno propicio para su progreso. La estrategia de muchos emprendimientos de reciente aparición en nuestro medio radica justamente en desconocer toda reglamentación preexistente.
El sindicalismo encuentra dificultades para enfrentar la coyuntura (como si hiciera suya la sentencia borgeana: “le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir”) y el Estado parece retraerse y aceptar la lógica de un determinismo que postula la desregulación y reclama mayores libertades para desatar mejores niveles de competitividad. Ejemplo de ello parece ser el art. 731 de la ley N° 19.355, que atribuye a las aplicaciones en el transporte de pasajeros la naturaleza de empresas de intermediación, lo que las hace quedar al margen de toda reglamentación y responsabilidad en referencia a la auténtica y finalística actividad que realizan, como es el transporte. Se desconoce así el elemental criterio de realidad que delata que la función que cumplen estas aplicaciones tiene relación con el negocio del transporte de personas, y no con la improbable labor de concertar un inexistente acuerdo entre el prestador del servicio y el usuario.
Es necesario recordar que la tecnología no es buena conductora del devenir de las sociedades. Liberada de los controles y dejada al albur de su evolución, ha sido severamente juzgada luego de los desmanes de su utilización en los conflictos armados a partir de la segunda guerra mundial. La cinematografía ha señalado también los excesos y riesgos de quedar expuestos al gobierno tecnológico, como ocurre con la rebeldía criminal de la computadora HAL 9000 en 2001, Odisea del Espacio o la pretensión autonomista de los replicantes de Blade Runner al punto de dudarse si el mismo detective que persigue a los robots de apariencia humana que deben ser desactivados no es él mismo un artefacto, confundiéndose todo donde no termina por distinguirse lo auténticamente humano de lo perfectamente científico.
La tecnología aplicada al trabajo debe ser enmarcada por la política laboral, casi al uso de lo que Asimov predicaba como “leyes de la robótica” cuando dictaba que “1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño. 2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición con la primera Ley. 3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no esté en conflicto con la primera o segunda Ley”. Bien mirada, la propuesta del escritor ruso no es otra cosa que el reclamo de una normativa que reubique a la persona en el papel protagónico que le cabe en un mundo (productivo) robotizado.
3.
Finalmente, el tercer determinismo objeto de estos comentarios es más general, y tiene que ver con el encare que se da al discurso mismo sobre el futuro del trabajo. En concreto, parecería que el único abordaje posible del tema es a través de la incidencia de la tecnología en el trabajo.
Sin embargo, y como suele suceder, las cosas son bastante más complejas. El principal documento sobre el Futuro del Trabajo, producido por el director general de la OIT, Guy Ryder, titulado “La iniciativa del centenario sobre el futuro del trabajo”, contextualiza y enfoca la cuestión desde perspectivas que habilitan una mayor comprensión de la temática.
La “Iniciativa del centenario” plantea el debate con base en cuatro “conversaciones”, término que permite una adecuada apertura y confluencia de aportes desde las diversas disciplinas que tienen que ver con el trabajo. En el primero de ellos, “trabajo y sociedad”, se reflexiona sobre la función de este en la presente etapa histórica; el segundo, “trabajo y organización del trabajo” trata sobre el reto de los cambios en curso donde da cabida, entre otros, a la tecnología; en “futuro del trabajo y trabajo decente” recuerda la importancia de la protección y el fomento de los derechos fundamentales de los trabajadores, y en el último, “gobernanza del trabajo”, refiere a la participación de trabajadores y empleadores en las decisiones que afectan sus intereses y a las contribuciones que pueden hacer como actores de las relaciones laborales.
Los tres determinismos tecnológicos sobre el futuro del trabajo reducen y empobrecen el debate, y si fuéramos desconfiados o partidarios de las teorías conspirativas diríamos que se trata de una estrategia más o menos hábil para obtener márgenes más amplios de libertad de mercado, todo lo cual no tendría nada de novedoso e innovador.


Puede verse en

https://findesemana.ladiaria.com.uy/articulo/2017/7/tres-determinismos-tecnologicos-sobre-el-futuro-del-trabajo/

jueves, 6 de julio de 2017

Empleos verdes en el discurso de la OIT. Editorial revista Derecho Laboral 266

Transcribimos nuestro Editorial de la revista Derecho Laboral núm. 266 (abril - junio 2017, en prensa) por abordar un tema sustantivo del mundo del trabajo y señalar los alcances y límites que presenta su tratamiento en el actual estado de la OIT.



La “ecologización del empleo” en el discurso de la OIT a la espera del momento normativo


En una reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo (núm. 106°) un tanto anodina, destaca la Memoria del Director General sobre “Trabajo y Cambio Climático: la Iniciativa Verde” como un componente de interés para seguir el trayecto del discurso  del organismo e integrarlo a la trama de  otras temáticas de actualidad que vienen siendo objeto de tratamiento en el organismo,  como son  el  concepto de empresa sostenible, el  de empleo atípico, las cadenas globales  de suministro  y la  protección social, que han sido motivo de tratamiento en comisiones tripartitas y de documentos de conclusiones y - a lo sumo – de alguna Recomendación.

La apreciación del conjunto permite  armar la urdimbre de la cosmovisión que del mundo del trabajo tiene ese observatorio tripartito privilegiado que es  la OIT,  a condición de dejar momentáneamente de lado el dato fundamental de que esas elaboraciones no redundan,  en la actual coyuntura, en un Convenio Internacional.

El desafío es, en este caso,  aguzar   la capacidad de análisis para indagar, por encima de esta peripecia (o déficit) coyuntural,  en la dimensión puramente discursiva del organismo, dejando momentáneamente en suspenso la plañidera queja, de talante nostálgico, acerca de esa ralentización de la producción de instrumentos internacionales.

La propuesta no es, en principio, ejercer ninguna forma de crítica a la orfandad normativa actual del organismo, cosa que sobradamente se ha hecho desde revista Derecho Laboral, sino concentrarnos en los elementos constitutivos del discurso actual de la OIT respecto del mundo del trabajo.

Por ello el presente enfoque no configura ninguna forma de aceptación, complacencia ni renunciamiento respecto de la tradicional función normativa de la OIT, sino que procura discernir  y progresar en el conocimiento a partir de “juntar las piezas” y armar las distintas partes de lo que aparece como un puzle temático  inconexo.

No soslayamos que ciertos sectores pretenden que la OIT se comporte como una institucionalidad más del “soft law”;  que se desaloje al derecho del huelga de su ámbito natural del CIT núm. 87;  que progrese el  concepto de la “debida diligencia” para el cumplimiento de los derechos  como indigno sucedáneo de la obligación de resultado; nada de eso se ignora. Se trata,  en cambio,   de ejercer la mirada crítica  desde la reconstrucción del discurso disperso en un multifacético elenco de documentos tripartitos de fecha reciente.

En ese contexto debe ubicarse la noción de  “ecologización de los empleos” tal como lo plantea la Memoria del Director General, y cómo encastra con el concepto de trabajo decente, de sostenibilidad de las empresas, de protección social, etc.

Hay una  verificación básica que la Memoria deja planteada rápidamente: La Constitución de la OIT de 1919 y la Declaración de Filadelfia de 1944 “no contienen referencias a la sostenibilidad ambiental, y tampoco mencionan el cambio climático”, no obstante lo cual existe la convicción que “la Organización sólo puede cumplir su mandato de justicia social eficazmente si integra la sostenibilidad ambiental en el Programa de Trabajo Decente”.
Esta aseveración vincula el problema ambiental al más alto rango de valores de la OIT, ya que la justicia social y el trabajo decente constituyen pilares fundantes del organismo.

Otro elemento constitutivo del discurso de empleos verdes es el de la transición que debe operar de modo eficaz en favor del cambio climático: “En el Acuerdo de París se reconoce la necesidad de examinar las repercusiones que tiene en el mundo del trabajo el proceso de transición a un futuro sostenible con bajas o ninguna emisiones de carbón”.

La transición puede provocar al menos cuatro efectos cuantitativos en el empleo, como son: a) el aumento de la demanda de mano de obra en sectores y actividades relativas a productos, servicios e infraestructuras más verdes, que “generarán tipos de empleos completamente nuevos a través de innovaciones tecnológicas que responderán a las necesidades de sostenibilidad”; b) el reemplazo de empleos existentes en sectores con altos niveles de emisiones de carbono podrá generar “nuevos empleos en sectores con menos emisiones, y la transición a tecnologías menos contaminantes”. El documento abunda en ejemplos como la transición del transporte en camión por carretera al transporte por ferrocarril, de la fabricación de vehículos con motor de combustión interna a vehículos eléctricos, y del vertido de residuos al reciclaje y la reparación; c) reconoce que “algunos empleos simplemente serán eliminados — porque o bien irán desapareciendo paulatinamente o porque habrá reducciones masivas de puestos de trabajo que no serán reemplazados directamente. Esto es lo que puede ocurrir con las actividades altamente contaminantes o intensivas en energía y en el uso de materiales, pero también ocurre cuando el aumento del nivel del mar, la erosión de las costas, la desertificación, las inundaciones u otros desastres naturales destruyen los sistemas de producción y las infraestructuras”; y d) muchos empleos deberán adaptarse a las exigencias de la economía verde.

Desde el punto de vista cualitativo la Memoria admite que “empleo verde no es sinónimo de empleo decente; los empleos verdes no se convertirán en «decentes» por defecto, es necesario proyectarlos para que lo sean”.

Hay un papel del Estado a destacar, puesto que “Los gobiernos, en colaboración con sus interlocutores sociales, deben compensar estos desfases en el espacio y en el tiempo formulando y aplicando políticas de transición que ayuden a los trabajadores a aprovechar los empleos que están disponibles y que a la vez reduzcan al mínimo las distancias de los desplazamientos. Esto requiere grandes esfuerzos de planificación, e ingentes recursos”.

La Memoria recuerda asimismo las llamadas Directrices de política para una transición justa hacia economías y sociedades ambientalmente sostenibles para todos, adoptadas por el Consejo de Administración en 2015, ya que “contienen los principios que deberían fundamentar el proceso de una transición justa y las principales esferas de políticas y disposiciones institucionales que se requieren”.

Además de comportar un elemento esencial del concepto de sostenibilidad empresarial, la ecologización del empleo incorpora otros dos ingredientes “que en la práctica han demostrado su capacidad para facilitar cambios socialmente aceptables y beneficiosos en el trabajo: el desarrollo de las competencias y la protección social”

Estas referencias contribuyen al dibujo de  la visión holística de la OIT a partir de ese conjunto temático que reseñábamos al inicio y que a primera vista parece informe y desarticulado, pero que en una visión de conjunto como la que se propone resulta casi sistémico.

Sin embargo, el deslinde de “dejar entre paréntesis” el problema de la falta de impulso normativo en la OIT que nos proponemos en esta nota editorial no puede cumplirse a cabalidad.

Nuestro esfuerzo analítico tiene sus límites, ya que sobre el final de la Memoria, el Director General reconoce que “En este momento, por ejemplo, no hay un consenso claro en la Organización sobre la conveniencia de adoptar normas relativas a la transición justa. Es un tema de discusión que se puede tratar en otro momento”.


Cuándo llegará el momento normativo para temas tan trascendentes como el que se aborda en la Memoria (a tal punto que se la vincula con el objetivo de la Justicia Social y el Trabajo Decente) no es fácilmente predecible. Pero es imprescindible para el futuro del trabajo y el futuro de la propia OIT

(recordamos el sitio de la revista Derecho Laboral: http://www.fcu.com.uy)

sábado, 1 de julio de 2017

Relatos en la lápida de la tumba de Borges en Ginebra


Visitar el cementerio de  Plainpalais en Ginebra y perderse entre sus senderos a la búsqueda de la tumba del escritor argentino Jorge Luis Borges parece ser la mejor forma de acercarse a su misterio, en lugar de hacer el trámite más previsible de preguntar por su ubicación precisa.

Al fin, damos con la lápida, pequeña, casi disimulada, al pie de un enorme ciprés. En su parte superior se lee “Jorge Luis Borges” y debajo una inscripción “And ne forhtedon na” junto a un grabado circular que permite ver siete figuras humanas con sus armas levantadas.

Según nuestra información, el grabado al parecer es copia de otra lápida del siglo IX del monasterio de Lindisfame, en el norte de Inglaterra, que evoca el ataque vikingo acaecido en el año 793, mostrando un grupo de guerreros que han perdido a su señor y marchan “para hacerse matar, porque el honor les obliga a acompañarlo”, dice el propio Borges en uno de sus relatos.

Por su parte, la arcana  inscripción proviene del inglés antiguo y se traduce como “Y que no temieran” y está contenida en un relato suyo, “La balada de Maldon” que refiere a su vez a un poema épico del siglo X, que describe una batalla ocurrida en el año 991 en Essex, Inglaterra, y que en un pasaje expresa: "Entonces comenzó Byrhtnoth a arengar a los hombres /Cabalgando les aconsejó, enseñó a sus guerreros / Cómo debían pararse y defender sus lugares / Les ordenó que sostuvieran bien sus escudos / Con sus puños firmes y que no temieran. / Entonces cuando sus huestes estuvieron bien ordenadas / Byrhtnoth descansó entre sus hombres donde más le gustaba estar / Entre aquellos guerreros que él sabía más fieles".

Importa rodear la tumba y advertir otros hallazgos en la cara posterior, donde está estampada la frase "Hann tekr sverthit Gram okk / legger i methal theira bert".
Hay en esto una interesante leyenda. La inscripción responde unos versos de una saga islandesa del siglo XIII: "Él tomó su espada, Gram, y colocó el metal desnudo entre los dos".

Debajo puede verse un segundo grabado, esta vez de una nave vikinga, y otra inscripción, igualmente engimática: "De Ulrica a Javier Otálora".

Los materiales consultados para esta información nos dicen que se trata de una referencia al héroe Sigurd, que para no tocar a la pretendida del hermano de su esposa, Brynhild, si bien comparte una noche con ella, coloca una espada entre ambos. Tiempo después Brynhild, poseída por los celos, hace matar a Sigurd, y cuando alcanza a entender que no puede convivir con ese peso, se apuñala y solicita yacer en el mismo lugar que Sigurd, y que se coloque entre ambos la espada desenvainada, en paralelo a aquella noche en la que compartieron el lecho. Gram, era el nombre de una espada.

Finalmente, estos versos los utilizó Borges en su relato Ulrica, cuyo protagonista lleva el nombre de Javier Otálora.

En este caso, las investigaciones consultadas dicen que el año en que se escribió el relato, Borges ya tenía relaciones afectivas con María Kodama, lo que lleva a interpretar a algunos que la inscripción en clave puede leerse como "De María Kodama a Jorge Luis Borges".

Luego de la obligada sesión de fotos, nos retiramos mientras unos niños juegan en la media sombra de los cipreses (una situación un tanto irreal, pero cierta), y Borges se queda una vez más con el secreto del juego de realidad y ficción que urdió en toda su obra.