¿para
qué investigar? ¿Cuál es la relación entre verdad y ocultamiento? ¿es legítimo cualquier medio
para alcanzar una verdad? A propósito del relato de Henry James “Los Papeles de
Aspern” es posible asomarse a estas y otras cuestiones inquietantes sobre la
actividad investigativa, referida en este caso a cartas privadas de un autor
imaginario, pero extensivas al campo más amplio del interrogatorio y hasta de
la metodología jurídica
Los Papeles de Aspern es una
breve novela de Henry James, de 1888, que se inspira en hechos reales ocurridos
cuando un admirador del poeta Shelley
pretendió adueñarse de sus cartas que se encontraban en posesión de una
anciana que había sido amante de Byron. Cuando la Sra. fallece, su sobrina condiciona
la entrega de los documentos a que el interesado contraiga matrimonio con ella.
Con este material anecdótico,
James construye la trama de su novela, en la que un crítico literario se
obsesiona con conocer el intercambio epistolar del poeta Jeffrey Aspern,
fallecido 100 años atrás, con la Sra Bordereau, sobreviviente de esa relación,
de 150 años, quien vive en un desvencijado y descascarado palazzo en Venecia,
en compañía de su fiel sobrina Tina.
El protagonista del relato,
cuyo nombre no se revela, investiga acerca de esos documentos que estima
vitales para el estudio la obra de Aspern, para lo cual logra inmiscuirse en la
residencia y la intimidad de la vida de la destinataria de las cartas mediante
un artilugio: toma en alquiler algunas de las habitaciones del primer piso del
palazzo bajo la excusa de la belleza de su descuidado jardín interior – que
aduce le procurará el ambiente adecuado
para su trabajo literario - sin revelar mínimamente su propósito oculto, que es
hacerse de los papeles.
Parte de la maestría de la
escritura de James es la manera en que el secreto del protagonista se irá desgranando y revelando sutil y
paulatinamente, a tal punto de generar unos diálogos de sobreentendidos
verdaderamente deslumbrantes cuando las solitarias damas adivinan el juego y
hacen parte del mismo. La obra es
extraordinaria también en el dibujo de sus personajes centrales – el crítico,
la Sra Bordereau y Tina – que componen un triángulo en que cada uno ostenta un
interés en particular que entra en relaciones cruzadas: la finalidad económica
del cobro de la renta por la sra Bordereau, preocupada por la proximidad de su
muerte y el futuro de su sobrina; el interés de Tina, que comprende que el
conocimiento y la posesión de las cartas de Aspern son una forma de retener al
crítico; y el de éste último, que realiza una
pertinaz búsqueda de la forma de alcanzar el conocimiento del contenido
de las cartas.
La trama puede verse, en lo
que hace al segmento del interés del protagonista, como un proceso de
investigación acerca de un objeto bien preciso, como son los textos contenidos
en las cartas que intercambiaron hace más de una centuria el poeta Aspern y la
sra Bordereau, su musa.
Mirado desde esta perspectiva,
la novela explora los presupuestos, límites, condiciones y métodos para llevar
adelante la búsqueda de una verdad en particular, aspectos todos que ilustran
una zona procedimental del proceso de investigación, tanto en lo superficial de
lo que ocurre en el relato – el aporte que pueden significar los textos ocultos
para comprender la obra toda de Aspern – sino que también en un segundo nivel
de lectura puede vincularse con la faz cuasi policial de la narración y aún
permite advertir enseñanzas para el campo más amplio de la investigación en
ciencias sociales como el Derecho.
Veamos algunos de los temas que
pueden motivar la reflexión a partir de concebir la trama de la novela como un
proceso de investigación en los diversos niveles anotados precedentemente.
Límites
éticos
El protagonista mantiene
ciertas conductas éticas que le impiden servirse, durante casi todo el relato,
de la especial vulnerabilidad de sus anfitrionas. Prescinde así del uso de la
fuerza para imponer su voluntad y solamente sobre el final rompe parcialmente
esa condición autoimpuesta.
Su subrepticio ingreso a la
habitación de la sra Bordereau, donde supone que se encuentran los papeles que
indaga, significará una ruptura de los límites éticos de la investigación, con
consecuencias nefastas ya que desencadena la definitiva frustración del
objetivo trazado. Toda una enseñanza
Las restricciones éticas del
investigador, retomadas con firmeza a posteriori del desvío que ocasionó la
catástrofe sufrida con el descubrimiento de su incursión nocturna, le impiden
acordar la transa que le sugiere delicadamente Tina, que implicaría que ella no
quebraría su compromiso con su tía de guardar las cartas siempre que fueran
vistas por un familiar, o sea, por su esposo.
Delimitación
del objeto
El crítico literario
protagonista parte del supuesto que las cartas verdaderamente existen, aunque
al lector no le queda constancia de ese dato: su materialidad nunca se revela y
en definitiva no se sabe si la anciana no las destruyó en todo o en parte y
tampoco es claro sin Tina no se desprendió de ellas una vez que su pretensión
marital quedó frustrada.
Así, el objetivo es claro –
hacerse de los documentos – y su utilidad bien precisa – conocer en mayor
medida la personalidad de un autor de culto – pero el objeto no está
suficientemente delimitado, ya que se desconoce el tenor del intercambio
(¿amoroso? ¿literario? ¿costumbrista?) y
hasta su existencia misma, agregando una nota de incertidumbre que resta en parte
rigor a la sostenibilidad misma de lo pretendido.
La
generación de conocimiento y la búsqueda de una verdad oculta
Pese a la incetidumbre
denotada anteriormente, lo cierto es que en cualquier caso hacerse de los
papeles de Aspern contribuirá en alguna medida al conocimiento del autor, ya se
verá en que sesgos.
Pero el tema da en el centro
mismo de las preocupaciones de todo investigador en torno a la discusión sobre
la justificación misma de su labor, sobre el valor y utilidad del conocimiento
(remoción) del pasado y lo filoso que puede resultar en términos de crítica,
valoración y justicia.
Uno de los diálogos
contrapuntísticos mas ilustrativos entre los centros de interés absolutamente
divergentes del crítico investigador (la búsqueda de una verdad) y de la
poseedora de una verdad oculta (el temor por la crítica y por lo que puede
desvelarse) es casi un micro tratado de cómo se justifica una investigación:
- - ¿Le
parece bien remover el pasado?
- - Creo
no saber que quiere Ud decir con eso. ¿cómo podemos llegar hasta él sin
escarbar aunque sea un poco? Me parece que en la actualidad existen muchas
maneras de hallarlo.
- - ¡Oh, a
mi me gusta el pasado: pero no me gustan las críticas! – declaró mi patrona,
con su habitual dureza.
- -- Ni a
mí tampoco: pero me gustan los descubrimientos.
- - ¿y no
serán mentiras la mayoría de ellos?
- - Las
mentiras de lo que se descubre, a veces -dije, sonriendo ante la impertinencia
de su deducción, y añadí -: estos descubrimientos ponen con frecuencia la verdad
al desnudo.
- - La
verdad solo es de Dios, no de los hombres. Mejor será que no toquemos esas
cuestiones. ¿Quién puede juzgarlos? ¿quién puede decidir?
- - Si,
estamos en la más completa oscuridad a ese respecto, lo sé – admití – pero si
renunciamos a investigar ¿Qué será de las cosas buenas, de las cosas dignas?
¿Qué será de las buenas acciones de los grandes filósofos y poetas? Todas son
palabras vanas si nada puede medirse por esos otros actos ignorados
El
acotamiento del objeto y el procedimiento
¿hasta dónde llegar? ¿Cuál es
el punto final de una investigación? Se trata de un dilema central en la
búsqueda de la verdad y si bien primera vista puede decirse que la búsqueda no
tiene fin, en algún momento hay que
acotar la pretensión si se quiere que los resultados puedan divulgarse: todos
conocemos casos de colegas que no ponen término a su trabajo, imposibilitando
la publicación por no comprender la índole secuencial y aproximativa de toda investigación
y la importancia de poner en conocimiento de la comunidad los avances que
pudieran haberse registrado, que deben operar como basamento de nuevos desarrollos.
Acredito que nos hemos perdido obras verdaderamente valiosas por la silenciosa
obstinación de ciertos autores por no encontrar el fondo de su trabajo.
El desaliento es también una
posibilidad, y al crítico y admirador de Aspern le llega la inexorable
oportunidad de cuestionarse sobre su búsqueda y hasta reconoce que ya hay
suficiente material sobre el poeta para seguir intentando el acceso al inexpugnable
sitio donde la anciana guarda los papeles.
Concluye así su reflexión:
Y
la situación a que me veía comprometido era el merecido castigo a la más fatal
de las insensateces humanas: la de no saber nunca hasta donde debemos llegar
La
punta de la madeja
La Sra Bordereau provoca el
celo del investigador mostrándole de soslayo, como inopinadamente, un retrato
de Aspern, haciendo aparecer la ilusión que solo es la punta del iceberg y que guarda tesoros
todavía más importantes.
El diálogo que se produce
entre ambos es extremadamente sugerente, puesto que el crítico simula no
reconocer en la pintura a Aspern y la anciana resta importancia al hallazgo, no
identifica al modelo y dice al soslayo que se trataba de un hombre muy
distinguido en su tiempo:
Yo
sé que el mundo va muy deprisa, y una generación se olvida de la otra
No es el caso de Aspern, que
no está olvidado para el público lector, pero la frase de la custodia de sus
papeles privados nos aproxima a un tema crucial, como es el de los referentes
en el campo de la cultura.
El escritor mexicano Carlos Monsivais hablaba de
“las alusiones perdidas” para evocar los cambios y los referentes que animan a
cada generación al punto de no reconocerse de una a otra en términos de pocos
años: los referentes van cambiando, y cada autor, decía Borges, crea sus
propios precursores.
La
ruptura de la ética del investigador
No cualquier método es válido
en la búsqueda de la verdad. El protagonista se decide a irrumpir en la
oscuridad de la habitación de la anciana a quien supone dormida y ciega.
Cuando
se dispone a revisar el escritorio del cuarto, aparece la figura de la Sra
Bordereau que “furiosa y arrebatada”,
le dice
-
- ¡Ah!,
¡canalla editor!
La publicación de papeles
privados por editores y albaceas provee de materiales escritos más allá de la
existencia y de la voluntad misma de los autores en publicar sus trabajos.
Bolaño quizá sea el ejemplo más emblemático de nuestros días, pero también en
los últimos años no han dejado de aparecer papeles del arcón que dejó Fernando
Pessoa y aún siendo un lugar común es del caso recordar el incumplimiento de
Max Brod del mandato de Franz Kafka de destruir sus papeles, que una vez
publicados permitieron descubrir las obras más importantes de la literatura del
siglo XX.
¿No hay también un derecho del
autor a que se proteja su libertad a no publicar?