lunes, 9 de marzo de 2020

Donde no llega el algoritmo




En una nota publicada en El País sobre Mario Bunge en ocasión de su fallecimiento, se evoca una entrevista con el filósofo y físico argentino.

Su voz luce algo apagada, pero dice el periodista que “recupera el vigor cuando explica el rompecabezas filosófico que consume buena parte de su energía actual: los problemas inversos. ´Por ejemplo, si usted le pide a alguien que le diseñe una nueva trampa para ratones, le está proponiendo un problema inverso que no es ni deductivo ni inductivo, porque va del efecto a la causa´, se divierte explicando. Y continúa: ´Es un tipo de problema muy descuidado por los filósofos. Porque no hay reglas, no hay algoritmos para resolver un problema inverso. Cuando no hay algoritmos se necesita inteligencia, se necesita imaginación y proceder por tanteo, ensayo y error´. Y termina: ´No parece muy científico, pero esa es la manera en la que se trabaja habitualmente".

A su vez, en ocasión del estreno de su último filme “Nuestro tiempo”, La Diaria entrevista al cineasta mexicano Carlos Reygadas.

Explicando su punto de vista, dice el director que “yo no hago drama animado. Uso la cámara y el sonido para lo que fueron inventados: para transportar –transformando ligeramente– imágenes (completas, con sonido y todo) del mundo físico a un objeto que se puede poseer y disfrutar. El cine no se inventó para contar historias. Ya existía la literatura, y es mucho mejor para ese propósito. El drama, desde Grecia, establece todo lo antropocéntrico. Los héroes, los conflictos morales, el desarrollo de personajes... todo en código. Para mí eso no es la materia del cine”.

Un entusiasmo esnobista, y conservador aunque no lo parezca, con mucho de determinismo tecnológico, parece arrebatar el tiempo y conducirnos a un espacio donde la única regla es la técnica - omnipresente y neutra – desatada y desvinculada de parámetros éticos, políticos y normativos.

Bunge y Reygadas, cada uno desde su lugar, nos recuerdan que la invención y la sensibilidad artística son productos de lo humano y que no pueden reducirse a un cálculo ni a un artefacto de inteligencia artificial. La justicia tampoco.

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