sábado, 22 de febrero de 2014

Lectura de Marshal Berman

Todo lo Solido se Desvanece en el Aire
Siglo XXI, 6 ed. 1992

¿ que es lo que temen reconocer en sí mismos los miembros de la burguesia?  No su tendencia a explotar a las personas, a tratarlas simplemente como medios o (en su lenguaje económico más que moral) como mercancías. A la burguesía, tal como la ve Marx, esto no le quita el sueño. Después de todo, se lo hacen unos a otros, e incluso a sí mismos, así que ¿por qué no iban a hacérselo a todos los demás? La verdadera fuente de problemas es la pretensión burguesa de ser el “partido del orden” en la política y la cultura modernas. Las inmensas cantidades de dinero y energía invertidas en la construcción, y el carácter conscientemente monumental de buena parte de ella  - de hecho, a lo largo del  siglo de Marx, en un interior burgués no había mesa ni silla que no pareciera un monumento – testifican la sinceridad y seriedad de esta pretensión. Y sin embargo, el fondo de la cuestión, en opinión de Marx, es que todo lo que la burguesía construye, es contraído para ser destruido. “todo lo sólido, desde la telas que nos cubren hasta los telares y los talleres que las tejen, los hombres y mujeres que manejan las máquinas, las casa y los barrios donde viven los trabajadores, las empresas que explotan a los trabajadores, los pueblos y ciudades, las regiones y hasta las naciones que los albergan -, todo está hecho para ser destruido mañana, aplastado o desgarrado, pulverizado o disuelto, para poder ser reciclado o reemplazado a la semana siguiente, para que todo el proceso recomience una y otra vez, es de esperar que para siempre, en formas cada vez más rentables
(95)

Tomemos como ejemplo la teoría de las crisis de Marx: “crisis (…) que, con su retorno periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa”. En estas crisis recurrentes, se “destruye sistemáticamente, no solo una parte considerable de productores elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas”. Marx parece creer que estas crisis debilitarán de manera progresiva el capitalismo para finalmente destruirlo. Y sin embargo, su visión y su análisis de la sociedad burguesa muestran lo bien que esta sociedad puede sortear las crisis y las catástrofes: “ de una parte, por la destrucción obligada a una masa de fuerzas productivas, de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos”. Las crisis pueden aniquilar a personas y grupos que, de acuerdo con las definiciones del mercado, son relativamente débiles e indeficientes; pueden abrir espacios vacíos a las nuevas inversiones y desarrollos; pueden obligar a la burguesía a innovar, a expandirse y a combinarse de manera más amplia e ingeniosa que antes: así pueden actuar como fuentes inesperada de fortaleza y resistencia capitalista. Tal vez sea cierto que, como dice Marx, estas formas de adaptación solo preparan “crisis más extensas y más violentas”. Pero dada la capacidad burguesa para hacer rentables la destrucción y el caos, no existe una rezón aparente por la cual la espiral de estas crisis no pueda mantenerse indefinidamente, aplastando a personas, familias, empresas, ciudades, pero dejando intactas las estructuras del poder y la vida social burguesa
(p. 100)

…los vinculos comunitarios  de los trabajadores, engendrados inadvertidamente por la producción capitalista, a su vez generarán instituciones políticas combativas, asociaciones que se opondrán al marco privado y atomista de las relaciones sociales capitalistas y finalmente lo derribarán. Así lo cree Marx. Y sin embargo si es cierta su visión general de la modernidad, ¿Por qué han de ser las formas de comunidad producidas por la   industria capitalista más sólidas que cualquier otro producto capitalista? ¿ no podrían resultar esas colectividades, como todo lo demás en el capitalismo, únicamente temporales, provisionales, construidas para la obsolescencia?
(p. 100 – 101)

Podemos ver que el objetivo de plenitud que  Marx ve a  la vuelta de la esquina, podría tardar mucho tiempo en llegar, si es que llega; y podemos ver que incluso si llega, puede ser tan solo un episodio fugaz y transitorio, esfumado en un instante, añejo antes de haber podido osificarse, barridos por la misma matea de perpetuo cambio y progreso que brevemente lo pusiera a nuestro alcance, dejándonos flotar indefinidamente, impotentemente. También podemos ver cómo el comunismo, para no desintegrarse, podría sofocar las fuerzas dinámicas, activas, de desarrollo, que le han dado vida, podría defraudar muchas de las esperanzas que lo hicieran digno de luchar por él; podría reproducir las injusticias y las contradicciones de la sociedad burguesa bajo un nuevo nombre. Irónicamente, pues, podemos ver cómo la dialéctica de la modernidad de Marx recrea el destino de la sociedad que describe, ganando energías e ideas que se desvanecen en su propio aire.

(p. 102)

Antonio Machado, 75 años de su fallecimiento

Hoy 22 de febrero de 2014 se cumplen 75 años de la muerte de Antonio Machado, acaecida a poco de traspasar la frontera a Francia cuando el triunfo del franquismo en la Guerra Civil era un hecho.

Transcribo uno de sus versos más conocidos, lleno de referencias que se han hecho populares, como "mi verso brota de manantial sereno" o "bueno en el sentido de la palabra bueno" o partir "ligero de equipaje".

Ni qué decir de los temas que musicalizó Serrat y que parecían escritos para ser canción!

  
(retrato)

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.


José Emilio Pacheco. Carta a George B. Moore en defensa del anonimato

2014 ha significado la pérdida de dos enormes poetas lationamericanos, Juan Gelman y José Emilio Pacheco. De este último, seleccionamos un poema escrito en respuesta a un cuestionario que le realizara un periodista norteamericano. Se trata de una notable  defensa de la lectura participativa y creativa del lector literario

No sé por qué escribimos, querido George.
Y a veces me pregunto por qué más tarde
publicamos lo escrito. Es decir, lanzamos
una botella al mar, harto y repleto
de basura y botellas con mensajes.
Nunca sabremos
a quién ni adónde la llevarán las mareas.
Lo más probablees que sucumba en la tempestad y el abismo.

Sin embargo, no es tan inútil esta mueca de náufrago.
Porque un domingo
usted me llama de Estes Park, Colorado,
me dice que ha leído cuanto está en la botella
(a través de los mares: nuestras dos lenguas)
y quiere hacerme una entrevista.
Después recibo un telegrama inmenso
(lo que se habrá gastado usted al enviarlo).
En vez de responderle o dejarlo en silencio
se me ocurrieron estos versos. No es un poema,
no aspira al privilegio de la poesía
(no es voluntaria).
Y voy a usar, así lo hacían los antiguos,
el verso como instrumento de todo aquello
(relato, carta, drama, historia, manual agrícola)
que hoy decimos en prosa.

Para empezar a no responderle,
no tengo nada que añadir a lo que está en mis poemas,
dejo a otros el comentario, no me preocupa
(si alguno tengo) mi lugar en la historia.
(Tarde o temprano a todos nos espera el naufragio.)
Escribo y eso es todo. Escribo: doy la mitad del poema.
Poesía no es signos negros en la página blanca.
Llamo poesía a ese lugar del encuentro
con la experiencia ajena. El lector, la lectora
harán o no el poema que tan sólo he esbozado.

No leemos a otros: nos leemos en ellos.
Me parece un milagro
que algún desconocido pueda verse en mi espejo.
Si hay un mérito en esto –dijo Pessoa—
corresponde a los versos, no al autor de los versos.
Si de casualidad es un gran poeta
dejará cuatro o cinco poemas válidos,
rodeados de fracasos y borradores.
Sus opiniones personalesson de verdad muy poco interesantes.

Extraño el mundo el nuestro: cada día
le interesan cada vez más los poetas;
la poesía cada vez menos.
El poeta dejó de ser la voz de la tribu,
aquel que habla por quienes no hablan.
Se ha vuelto más otro entertainer.
Sus borracheras, sus fornicaciones, su historia clínica,
sus alianzas o pleitos con los demás payasos del circo,
tiene asegurado el amplio público
a quien ya no hace falta leer poemas.

Sigo pensando
que es otra cosa la poesía:
una forma de amor que sólo existe en silencio,
en un pacto secreto entre dos personas,
de dos desconocidos casi siempre.
acaso leyó usted que Juan Ramón Jiménez
pensó hace mucho tiempo en editar una revista.
Iba a llamarse “Anonimato”.
Publicaría no firmas sino poemas;
se haría con poemas, no con poetas.
Y yo quisiera como el maestro español
que la poesía fuese anónima ya que es colectiva
(a eso tienden mis versos y mis versiones).
Posiblemente usted me dará la razón.
Usted que me ha leído y no me conoce.
No nos veremos nunca pero somos amigos.
Si le gustaron mis versos
qué más da que sean míos/ de otros/ de nadie.
En realidad los poemas que leyó son de usted:
Usted, su autor, que los inventa al leerlos.


El arte de narrar. Por Walter Benjamin

CADA MAÑANA se nos informa sobre las novedades del planeta. Y, sin embargo, somos pobres en historias singulares. ¿A qué se debe esto? Se debe a que ya no nos llega ningún acontecimiento que esté libre de datos explicativos.

En otras palabras: ya casi nada de lo que sucede redunda en provecho de la narración, casi todo en provecho de la información. Porque si se puede reproducir una historia preservándola de explicaciones ya se logró la mitad del arte de narrar. Los antiguos eran maestros en este arte, Herodoto a la cabeza. En el capítulo catorce del tercer libro de sus Historias está la historia de Samético. Cuando el rey egipcio Samético fue vencido y tomado prisionero por el rey de los persas Cambises, Cambises se empecinó en humillar al prisionero. Dio órdenes de hacer parar a Samético al costado de la calle en la que tendría lugar la entrada triunfal de los persas. Y además dispuso las cosas de tal forma que el prisionero pudiera ver pasar a su hija como sirvienta yendo a buscar agua a la fuente en una vasija.

Mientras todos los egipcios se quejaban y se lamentaban ante este cuadro, Samético permanecía parado solo, inmóvil y sin pronunciar palabra, los ojos fijos en el suelo; y cuando al poco tiempo vio que su hijo era conducido junto con otros para ser ejecutado, siguió sin conmoverse. Pero cuando después reconoció a uno de sus criados, un viejo hombre empobrecido, en la hilera de los prisioneros, se golpeó la cabeza con los puños y dio señales del más profundo dolor.

En esta historia se ve lo que es un verdadero relato. El mérito de la información pasa en cuanto deja de ser nueva. Ella solo vive en ese momento. Debe entregarse a él y explicarse sin perder tiempo. Pero con el relato sucede otra cosa: él no se agota, sino que almacena la fuerza reunida en su interior y puede volver a desplegarla después de largo tiempo. Así Montaigne volvió al relato del rey egipcio y se preguntó: ¿Por qué el rey se queja recién al ver a su criado y no antes? Montaigne responde: "Como ya estaba lleno de dolor, bastó un mínimo incremento para que éste rebalsara". Esa es una forma de entender la historia.

Pero ésta también también admite otras explicaciones. Cualquiera puede trabar conocimiento con muchas de ellas, si plantea esta pregunta en el círculo de sus amigos. Uno de mis amigos dijo, por ejemplo: "Al rey no lo conmueve el destino de lo monárquico; porque ése es el suyo". Y otro: "En el escenario nos conmueven muchas cosas que no nos conmueven en la vida; este criado solo es un actor para el rey." Y un tercero: "El dolor intenso se acumula y solo sale a la luz cuando la persona se distiende. El reconocer al criado fue la distensión". "Si esta historia hubiera sucedido hoy", dijo un cuarto, "entonces en todos los diarios diría que Samético quiere más a su criado que a sus hijos". De lo que no caben dudas es de que todos los periodistas la explicarían en un abrir y cerrar de ojos. Herodoto no la explica ni con una palabra. Por eso esta historia del antiguo Egipto puede provocar asombro y reflexión aún hoy, después de milenios. Se parece a las semillas que durante miles de años estuvieron herméticamente cerradas en las cámaras de las pirámides y conservaron su fuerza germinadora hasta el día de hoy.

WALTER BENJAMIN (Berlín, 1892-Port Bou, 1940). Uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, escribió diarios, apuntes y relatos, además de ensayos.
(de El Pais Cultural, Uruguay, enero 2014)


Ciclo de Cine Sociojurídico en Facultad de Derecho (primer semestre de 2014).

La exhibición  de los filmes se complementa con breves comentarios a cargos de docentes de las diversas materias involucradas con las temáticas de los filmes.

Sala Pablo de María

Días y horarios propuestos: últimos jueves de cada mes a partir de abril entre las 19 y las 21 hs

PLACARD  (Francis Veber, Francia, 2000). Un empleado contable de una fábrica de productos de caucho (entre ellos, preservativos) se entera casualmente que va a ser despedido de la empresa, y urde con la complicidad de un vecino una estrategia para evitar el desenlace: simulará ser homosexual de  modo que la decisión no se concrete por temor del empleador a que se le acuse de discriminación. A partir del “conocimiento” de la opción sexual del empleado, el ambiente de trabajo se transforma y muchos comportamientos que aparecían como liberales, son incapaces de ocultar los consabidos prejuicios de siempre. Hay una muy disfrutable participación de Depardieu como personaje hipermachista que revela  dobleces sorprendentes.

HANNAH ARENDT (Margeritte Von Trotta, Alemania, 2013). La histórica cobertura que la pensadora alemana hizo para una publicación norteamericana del juicio al criminal nazi Eichmann, que diera lugar a la publicación de un libro extraordinario “Eichmann en Jerusalén”.  El filme da cuenta de lo controvertido de los puntos de vista de Arendt, de su relación con el filósofo Matin Heidegger, de la cuestión de la obediencia debida y el concepto que acuñó sobre la “banalidad del mal”. Sobre este asunto, no ajeno a las experiencias de los gobiernos militares del cono sur en los años setenta y ochenta, vale la pena reparar en que la aparición de Eichmann durante el juicio corresponde al personaje real, dado que el filme emplea imágenes de documentales e archivo.

BABEL (Alejandro González Iñárritu, Estados Unidos, 2006). Como en otros filmes del autor, hay diversas  historias que en esta oportunidad se desarrollan en lugares muy distantes (Marruecos, Japón, Estados Unidos – Mexico) y sin embargo tienen algún hilo conductor que vincula situaciones aparentemente tan diversas como la imprudencia de dos niños marroquíes con un arma, los avatares de un matrimonio norteamericano afectado por el tiro de rifle, una adolescente japonesa conflictiva  y una empleada doméstica que termina abandonando  unos niños después de haberlos cruzado a México. El filme es rico en sugerencias acerca de los efectos de la globalización en un mundo de pronunciados  desniveles de desarrollo y multicultural (su banda de sonido, en este punto, es especialmente significativa).

Terrence Malick, cineasta filósofo

Terrence Malick, nacido en 1943 en el estado de Illinois, ha realizado solamente seis filmes, lo que le ha alcanzado para un reconocimiento como un artista “de culto”

El listado de actores con los que ha trabajado parece indicar que se trata de un miembro privilegiado de la industria del cine (Martin Sheen, Richard Gere, Sean Penn, Nick Nolte, Christian Bale y Brad Pitt. Etc), pero en realidad se trata de un cineasta independiente y singular y quizá por ello ha resultado cuestionado por la complejidad filosófica de sus filmes.

Una de sus obras mayores,  El árbol de la vida, fue resistida  en su estreno en Cannes, pero concomitantemente obtuvo el premio por mejor película de ese festival, la Palma de Oro.

Un perfil del director publicado en Clarín explica que “El árbol de la vida tiene los siguientes rasgos en común con todas las otras películas de Malick: un guión bien amplio e impresionista (siempre escrito por Malick mismo), de pocas palabras, en el cual no todo está servido para el espectador; el uso de una voz en off, poética, meditativa que contextualiza la acción de la película en un marco de búsqueda mística; tomas aparentemente desconectadas del propósito de la narración –largas miradas a la naturaleza, a pasto alto ondeando en el viento, hojas de las copas de árboles bloqueando un sol del mediodía; a pájaros en el cielo, a peces debajo el agua; una predilección de filmar con cámara en mano, en luz natural, especialmente en la hora del crepúsculo y desde ángulos y perspectivas no convencionales; tomas de cuartos vacíos, de cortinas soplando en ventanas abiertas; bandas de sonido con elementos de fuga, crescendo– o sea, circular e hipnótica”

El autor defiende a rajatabla su vida privada,  y por ello ha sido comparado con el escritor J.D. Salinger.

Los avatares de la vocación de Malick lo ha llevado a oscilar entre la filosofía y el cine. Estudiante universitario en Harvard, se graduó con todos los honores. Se cuenta que para financiar en parte sus estudios trabajó el verano de 1961 en la cosecha de trigo de unos campos en Texas, dejando en su impresión algunas imágenes que luego podrán verse en su obra cinematográfica.

Los intereses intelectuales lo llevaron al estudio de la filosofía de Heidegger, y dice la leyenda que llegó a visitarle en su cabaña de la Selva Negra, en Alemania. Durante una estancia como profesor en el MIT comenzó a interesarse por el cine, consiguiendo una beca para estudiar en el American Film Institute y estrenando su primer obra en 1973 “Badlands”, con Martin Sheen como protagonista.

Lo peculiar del caso es que entre su segunda película y la tercera pasaron 20 años, de los cuales poco se sabe de qué. Retornó con una película extraordinaria e imprescindible, “La delgada línea roja” (1998) sobre la segunda guerra mundial. Al parecer, tiene al dia de hoy mas de una película en pos producción y algunos proyectos.
Señalado como hermético, fundamentalmente en “El árbol de la vida”, en realidad se trata del mas personal y autobiográfico de sus filmes y una maravilla para dejarse llevar y disfrutar por su llamativo  costado religioso y filosófico en una época signada por un cine ferozmente comercial y materialista.