En estos días de setiembre, el profesor emérito Héctor Hugo Barbagelata cumple noventa años, y el acontecimiento lo encuentra con el talento y la sagacidad intactas, o mejor, más afinadas y decantadas por la posibilidad casi omnipresente de los años y una memoria y agudeza prodigiosas.
Su capacidad evocativa y gusto por el detalle permiten a un privilegiado interlocutor escuchar y asistir a través de su relato a episodios históricos variopintos, como el encuentro de las poetisas Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral, celebrado en 1938 por iniciativa del Ministerio de Instrucción Pública, o sus conversaciones mantenidas con Quijano en el exilio mexicano; los avatares de sus colaboraciones con Acción y Marcha y las puestas en escena del teatro universitario, del que fue uno de sus principales animadores. Pionero en el asesoramiento de sindicatos en el Uruguay, trabó temprana amistad con Pepe D’ Elia, extendida a los años oscuros con intercambios fugaces y hasta pintorescos pese al riesgo siempre latente; pero es pionero también en la Subsecretaría del recién creado Ministerio de Trabajo en 1967 y si de cargos públicos hablamos, hay que recordar su dirección del Sodre en el gobierno democrático de 1985. Más cercanamente, es el impulsor de una institución que lleva el nombre de su esposa, donde ha encontrado un espacio para una labor de edición de unas publicaciones denominadas “Cuadernillos” de la Fundación Electra. Conversar con Barbagelata es hacer presente al Uruguay igualitarista y republicano, orgulloso de la enseñanza pública y el tenaz defensor de la libertad y la democracia en tiempos difíciles.
Pero Barbagelata es, sobre todo, profesor de Derecho del Trabajo, disciplina a la que ha dedicado lo mejor de sus virtudes y en la que se ha destacado como un doctrino de fuste. La sutileza de su elaboración doctrinaria se sostiene en sólidos conocimientos basados en la amplitud de una cultura que amplía las fronteras de lo jurídico para trabajar en los márgenes de la sociología, la economía y las ideas políticas, para hacer de esa argamasa el presupuesto del estudio del derecho del trabajo. En ese campo, es autor de una obra de culto, generadora de una corriente que explica el particularismo del derecho del trabajo mediante la diferente posición de las personas en el escenario de las relaciones laborales, ya sea como patrones o como trabajadores dependientes.
Ese dato social, que marca una situación de poder de un sujeto respecto de otro, hace insuficiente y hasta ilusoria la consigna de la igualdad formal del estilo “todos somos iguales ante la ley”, por lo cual el derecho del trabajo debe introducir mecanismos compensatorios de esa desigualdad entre trabajadores y patronos a través de una protección especial al sujeto que trabaja en relación de dependencia.
A esta igualdad material que el derecho del trabajo persigue, Barbagelata agrega, como elemento distintivo del vínculo laboral, su naturaleza eminentemente conflictiva en lo individual y en lo colectivo. Pero el conflicto no es para el autor un síndrome patológico que deba ser suprimido, sino por el contrario una energía que desata procesos y dinámicas propias de una sociedad democrática y pluralista.
Si hubiera que encontrar una síntesis de su personalidad, diríase que radica en el rigor en el trabajo, la inteligencia puesta a su servicio y la fidelidad a unos principios inalterados. Sándor Márai, en su novela “El último encuentro”, afirma que a las preguntas que el mundo le ha hecho a uno más de una vez, como ¿Quién eres? ¿Qué has querido de verdad? ¿A qué has sido fiel o infiel? o ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o cobardía?, a esas preguntas, dice, “uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo; eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera”.
Es el caso de Barbagelata.
Hugo Barretto Ghione - Profesor agregado (grado IV) en Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social - Facultad de Derecho - Universidad de la República
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