(Publicado
en el periódico La Diaria, de Uruguay, el 2 de marzo de 2019)
El mes de febrero nos dejó
una efeméride que paradojalmente paso casi inadvertida hasta el momento, si no
fuera por la evocación de Juan Raso en las redes sociales y de un breve recordatorio ocurrido en un recinto
universitario. Se trata del centenario del nacimiento del prof. Américo Plá
Rodríguez, destacadísimo cultor del derecho del trabajo en nuestro país con
reconocimiento internacional en toda el área iberoamericana, donde ha dejado
una perdurable influencia en el campo de la enseñanza y la aplicación de la
disciplina laboral.
La profusa obra de Plá
Rodríguez puede sintetizarse muy bien en
el libro de 1975 “Los Principios del
Derecho del Trabajo”, que tiene sucesivas ediciones en nuestro país y el
exterior, pieza nodal de su pensamiento jurídico, donde desarrolla la
concepción del derecho del trabajo como un instrumento de “protección” del
trabajador por su posición dependiente y asimétrica respecto del empleador en
la relación laboral. La diferencia de poder entre las partes en el contrato
hace que la persona del trabajador deba ser tutelada mediante la norma laboral para
evitar que el empleador imponga condiciones arbitrarias y abusivas en materia
de salario, duración del trabajo, seguridad y salud, etc.
Co/fundador junto a
Héctor-Hugo Barbagelata de la revista Derecho Laboral en 1948 – la misma
revista que hoy organiza un concurso internacional en evocación de sus aportes
– fue catedrático y profesor Emérito y presidente de la Sociedad Internacional
de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social, así como Decano de la Facultad de Derecho de
la Universidad de la República. Antes que todo eso, en épocas duras de la
dictadura militar, reunió en su
domicilio a un grupo de profesores desplazados de la Facultad para crear el
llamado “Grupo de los Miércoles”, que sumó a abogados prácticos e interesados en
estudiar y debatir de semana en semana los enfoques jurídicos de las relaciones
laborales.
El mote de “maestro” le
sentaba muy bien a Plá Rodríguez, ya que la diversidad de sus intereses y de
actividades no le impedía detenerse en
atender de manera dedicada a todos quienes requeríamos de su punto de vista, de
sus libros o de sus orientaciones, con un trato siempre afable pero exigente, sin
tuteos, de modo de sacar lo mejor de cada uno en beneficio del bien común.
En los primeros años del
decenio de 1960, junto a otros destacados
compañeros suyos dio el paso de
transformar al viejo partido católico - la Unión Cívica - en el Partido
Demócrata Cristiano, del que fue diputado en el período 1963 a 1967, poniendo
así al pensamiento social de esa vertiente ideológica en sintonía con los
avatares y la evolución de la época, muy surcada por los cambios y el conflicto
en casi todos los frentes. El pasaje de la UC al PDC no era antojadizo ni
improvisado, sino que se sostenía en elaboraciones de filósofos que muy bien
conocía, como el caso de Jacques
Maritain, principal inspirador del humanismo cristiano. La cooperación entre diferentes y el valor de
los derechos humanos, fueron valores muy tempranamente asumidos por Plá Rodríguez
mediante sus lecturas de juventud (o de toda la vida, quien lo sabe) de Maritain. Figura central del humanismo, Maritain no se detuvo en la oposición frontal
al fascismo sino que fue un crítico tenaz de la propiedad privada con base en el
principio del destino universal de los bienes, ubicándose con valentía y lucidez
en el intersticio del “dilema de hierro” entre
individualismo y colectivismo de mediados del siglo XX a través de su
idea del “bien común” y de una vía alternativa
configurada por el “personalismo comunitario”.
Alguna vez me llamó la
atención una frase de Plá Rodríguez, dicha en medio de una discusión dicotómica
en torno a cierto problema laboral, que reclamaba
prestar atención a “la parte de razón que tienen las doctrinas equivocadas”,
una apelación a la apertura y el pluralismo para la apreciación de los
problemas complejos. Años después pude
leerla en el filósofo Maritain y comprender
así la raigambre profunda del pensamiento de Plá y percibir la sencillez
y sabiduría con que aplicaba en la práctica las enseñanzas de su maestro.
En la década siguiente esa
vertiente del pensamiento social confluyó en nuestro país con la marxista, dando lugar al alumbramiento del Frente Amplio, una experiencia todavía difícil de replicar y
de la que Plá Rodríguez fue animador y senador en el efímero período 1971 - 1973.
El repaso de sus
intervenciones parlamentarias y los proyectos presentados muestran la llamativa
actualidad de sus posturas sobre algunas cuestiones hoy vigentes.
Así, a pocos días de iniciada la legislatura, junto con el resto de los senadores de su
sector, presentó un proyecto tendiente a derogar la llamada “ley de Coprin” del
presidente Pacheco Areco, declarando a
su vez vigente a los consejos de salarios. Coherente con la política
autoritaria de la época, los consejos de salarios habían sido suspendidos por
el gobierno, generando dudas sobre su pervivencia. Esa inaplicación del
mecanismo de negociación salarial tripartita se estiró por muchos años, con un
breve interregno entre 1985 y 1990. Recién en 2005 el propio Frente Amplio los reinstaló
hasta el día de hoy, en que comienzan a ser nuevamente cuestionados por los
sectores y partidos de la derecha política.
Importa señalar, en esta incompleta reseña, algunas ideas que dejó planteadas en su
actividad parlamentaria, como el caso de su preocupación acerca de la
financiación de la seguridad social y su significación como política social.
Casi en una extensión de su cátedra, expresó en el Senado que “este sistema inhabilita a la seguridad
social como régimen de redistribución del ingreso nacional (…) Con este
sistema, lo único que se logra es la redistribución a nivel horizontal, es
decir, de los que trabajan hacia los que no trabajan (…) Pero esto se mantiene
siempre en el mismo nivel, mientras que lo que interesa como factor de
redistribución es lo que permite la redistribución vertical; es decir: que las
clases o sectores mejor provistos económicamente puedan aportar a la comunidad
una cantidad mayor en beneficio de aquellos sectores más desprovistos”. Por
ello su propuesta era ir a un sistema sustitutivo basado en el impuesto a la
renta, dado que “su financiación tiene que ser aportada por aquellos que dentro
de la comunidad estén en mejores condiciones para hacerlo”.
Pero el sueño de la igualdad
y el personalismo de PLá Rodríguez enfrentaba
una realidad mucho más prosaica y amenazante, como si se tratara del
“invierno que esperó tantos años” de que hablaba el poeta Líber Falco. El 8 de
diciembre de 1972, en ocasión de discutir sobre un proyecto de ley que
procuraba acelerar los pronunciamientos de
la justicia militar, y en momentos que el Senado se centraba en aspectos
de detalle, Plá destacaba que no podía
acompañarlo, ya que implicaría “aceptar
la tesis de que los civiles pueden ser sometidos a la justicia militar, cuando
a nuestro juicio, vulnera el texto constitucional, dado que, de acuerdo con el
artículo 253, solamente pueden ser los militares o, a lo sumo, los civiles en
tiempo de guerra, pero, de ninguna manera, los civiles en tiempos de paz”.
Y en la sesión del 5 de
setiembre de 1972 da lectura a una breve declaración de su partido sobre dos
militantes políticos detenidos y torturados
que habían sido liberados por no encontrarse mérito alguno para su
procesamiento. Expresa en esa oportunidad que “los ochenta días de arbitraria
detención, las torturas y los malos tratos sufridos por Bava y Nilson
comprueban una vez más la existencia de métodos indagatorios absolutamente
inadmisibles y la necesidad, para erradicarlos, de restablecer de inmediato el
régimen constitucional de garantías individuales”.
En la histórica sesión del
26 de junio de 1973 manifiesta que “no valida la tortura el problema de su
eficacia. No alcanza para justificarla que se pueda decir que a través de ella
se descubren muchas cosas, porque hay algo más importante que esto que es el
valor de la justicia y, en definitiva, el valor de la verdad (…) creemos que
hay algo más profundo que esto y es el sentido de la dignidad del ser humano,
que nos obliga a todos nosotros a respetarnos, cualquiera sea la posición
política y la responsabilidad que pudiera tener en otro orden cada uno de los
seres humanos”. Y el 27 de junio, cuando ya se sabe de la trágica novedad de la
dictadura, y antes de clausurarse el parlamento, apela al futuro y a la
juventud: “a esa juventud, yo le rindo
homenaje, porque en la hora de hoy no me interesan los triunfadores efímeros de
esta noche (apoyados) – me preocupan los triunfadores del futuro y yo veo en la
lucha de esa juventud consciente que hoy sufre la amargura de una derrota, la
gran venganza histórica de esta noche, porque será ella, junto con la de todos
los partidos, el artífice del nuevo Uruguay que sabemos que está hecho para la
libertad y para la democracia. (aplausos)”.
Hay una constante en la
trayectoria de Plá Rodríguez que atraviesa transversalmente su pensamiento y acción, expresada de manera
variopinta tanto en su concepto del derecho del trabajo protector del
trabajador como en la generosidad puntual hacia
cada uno de sus discípulos; en la idea de financiar la seguridad social con base en el impuesto a
la renta y en la más elemental defensa de los derechos humanos y la no
intervención de los militares en las causas civiles. Es su apego sostenido a la
dimensión personalista y humanista integral que trasmitió con entusiasmo comprometido
y convocante.
* Profesor Titular de
Derecho del Trabajo y la Seguridad Social de la Facultad de Derecho de la Universidad
de la República
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