martes, 16 de abril de 2019

Investigación y usos de la verdad: enseñanzas de “Los Papeles de Aspern” de Henry James



¿para qué investigar? ¿Cuál es la relación entre verdad y  ocultamiento? ¿es legítimo cualquier medio para alcanzar una verdad? A propósito del relato de Henry James “Los Papeles de Aspern” es posible asomarse a estas y otras cuestiones inquietantes sobre la actividad investigativa, referida en este caso a cartas privadas de un autor imaginario, pero extensivas al campo más amplio del interrogatorio y hasta de la metodología jurídica

Los Papeles de Aspern es una breve novela de Henry James, de 1888, que se inspira en hechos reales ocurridos cuando un admirador del poeta Shelley  pretendió adueñarse de sus cartas que se encontraban en posesión de una anciana que había sido amante de Byron. Cuando la Sra. fallece, su sobrina condiciona la entrega de los documentos a que el interesado contraiga matrimonio con ella.

Con este material anecdótico, James construye la trama de su novela, en la que un crítico literario se obsesiona con conocer el intercambio epistolar del poeta Jeffrey Aspern, fallecido 100 años atrás, con la Sra Bordereau, sobreviviente de esa relación, de 150 años, quien vive en un desvencijado y descascarado palazzo en Venecia, en compañía de su fiel sobrina Tina.

El protagonista del relato, cuyo nombre no se revela, investiga acerca de esos documentos que estima vitales para el estudio la obra de Aspern, para lo cual logra inmiscuirse en la residencia y la intimidad de la vida de la destinataria de las cartas mediante un artilugio: toma en alquiler algunas de las habitaciones del primer piso del palazzo bajo la excusa de la belleza de su descuidado jardín interior – que aduce  le procurará el ambiente adecuado para su trabajo literario - sin revelar mínimamente su propósito oculto, que es hacerse de los papeles.

Parte de la maestría de la escritura de James es la manera en que el  secreto del protagonista  se irá desgranando y revelando sutil y paulatinamente, a tal punto de generar unos diálogos de sobreentendidos verdaderamente deslumbrantes cuando las solitarias damas adivinan el juego y hacen parte del mismo.  La obra es extraordinaria también en el dibujo de sus personajes centrales – el crítico, la Sra Bordereau y Tina – que componen un triángulo en que cada uno ostenta un interés en particular que entra en relaciones cruzadas: la finalidad económica del cobro de la renta por la sra Bordereau, preocupada por la proximidad de su muerte y el futuro de su sobrina; el interés de Tina, que comprende que el conocimiento y la posesión de las cartas de Aspern son una forma de retener al crítico; y el de éste último, que realiza una  pertinaz búsqueda de la forma de alcanzar el conocimiento del contenido de las cartas.

La trama puede verse, en lo que hace al segmento del interés del protagonista, como un proceso de investigación acerca de un objeto bien preciso, como son los textos contenidos en las cartas que intercambiaron hace más de una centuria el poeta Aspern y la sra Bordereau, su musa.

Mirado desde esta perspectiva, la novela explora los presupuestos, límites, condiciones y métodos para llevar adelante la búsqueda de una verdad en particular, aspectos todos que ilustran una zona procedimental del proceso de investigación, tanto en lo superficial de lo que ocurre en el relato – el aporte que pueden significar los textos ocultos para comprender la obra toda de Aspern – sino que también en un segundo nivel de lectura puede vincularse con la faz cuasi policial de la narración y aún permite advertir enseñanzas para el campo más amplio de la investigación en ciencias sociales como el Derecho.

Veamos algunos de los temas que pueden motivar la reflexión a partir de concebir la trama de la novela como un proceso de investigación en los diversos niveles anotados precedentemente.

Límites éticos

El protagonista mantiene ciertas conductas éticas que le impiden servirse, durante casi todo el relato, de la especial vulnerabilidad de sus anfitrionas. Prescinde así del uso de la fuerza para imponer su voluntad y solamente sobre el final rompe parcialmente esa condición autoimpuesta.

Su subrepticio ingreso a la habitación de la sra Bordereau, donde supone que se encuentran los papeles que indaga, significará una ruptura de los límites éticos de la investigación, con consecuencias nefastas ya que desencadena la definitiva frustración del objetivo trazado. Toda una enseñanza

Las restricciones éticas del investigador, retomadas con firmeza a posteriori del desvío que ocasionó la catástrofe sufrida con el descubrimiento de su incursión nocturna, le impiden acordar la transa que le sugiere delicadamente Tina, que implicaría que ella no quebraría su compromiso con su tía de guardar las cartas siempre que fueran vistas por un familiar, o sea, por su esposo.

Delimitación del objeto

El crítico literario protagonista parte del supuesto que las cartas verdaderamente existen, aunque al lector no le queda constancia de ese dato: su materialidad nunca se revela y en definitiva no se sabe si la anciana no las destruyó en todo o en parte y tampoco es claro sin Tina no se desprendió de ellas una vez que su pretensión marital quedó frustrada.

Así, el objetivo es claro – hacerse de los documentos – y su utilidad bien precisa – conocer en mayor medida la personalidad de un autor de culto – pero el objeto no está suficientemente delimitado, ya que se desconoce el tenor del intercambio (¿amoroso? ¿literario? ¿costumbrista?)  y hasta su existencia misma, agregando una nota de incertidumbre que resta en parte rigor a la sostenibilidad misma de lo pretendido.

La generación de conocimiento y la búsqueda de una verdad oculta

Pese a la incetidumbre denotada anteriormente, lo cierto es que en cualquier caso hacerse de los papeles de Aspern contribuirá en alguna medida al conocimiento del autor, ya se verá en que sesgos.

Pero el tema da en el centro mismo de las preocupaciones de todo investigador en torno a la discusión sobre la justificación misma de su labor, sobre el valor y utilidad del conocimiento (remoción) del pasado y lo filoso que puede resultar en términos de crítica, valoración y justicia.

Uno de los diálogos contrapuntísticos mas ilustrativos entre los centros de interés absolutamente divergentes del crítico investigador (la búsqueda de una verdad) y de la poseedora de una verdad oculta (el temor por la crítica y por lo que puede desvelarse) es casi un micro tratado de cómo se justifica una investigación:

-        -   ¿Le parece bien remover el pasado?
-       -   Creo no saber que quiere Ud decir con eso. ¿cómo podemos llegar hasta él sin escarbar aunque sea un poco? Me parece que en la actualidad existen muchas maneras de hallarlo.
-        -   ¡Oh, a mi me gusta el pasado: pero no me gustan las críticas! – declaró mi patrona, con su habitual dureza.
-          -- Ni a mí tampoco: pero me gustan los descubrimientos.
-          -  ¿y no serán mentiras la mayoría de ellos?
-        -   Las mentiras de lo que se descubre, a veces -dije, sonriendo ante la impertinencia de su deducción, y añadí -: estos descubrimientos ponen con frecuencia la verdad al desnudo.
-     - La verdad solo es de Dios, no de los hombres. Mejor será que no toquemos esas cuestiones. ¿Quién puede juzgarlos? ¿quién puede decidir?
-      - Si, estamos en la más completa oscuridad a ese respecto, lo sé – admití – pero si renunciamos a investigar ¿Qué será de las cosas buenas, de las cosas dignas? ¿Qué será de las buenas acciones de los grandes filósofos y poetas? Todas son palabras vanas si nada puede medirse por esos otros actos ignorados

El acotamiento del objeto y el procedimiento

¿hasta dónde llegar? ¿Cuál es el punto final de una investigación? Se trata de un dilema central en la búsqueda de la verdad y si bien primera vista puede decirse que la búsqueda no tiene fin,  en algún momento hay que acotar la pretensión si se quiere que los resultados puedan divulgarse: todos conocemos casos de colegas que no ponen término a su trabajo, imposibilitando la publicación por no comprender la índole secuencial y aproximativa de toda investigación y la importancia de poner en conocimiento de la comunidad los avances que pudieran haberse registrado, que deben  operar como basamento de nuevos desarrollos. Acredito que nos hemos perdido obras verdaderamente valiosas por la silenciosa obstinación de ciertos autores por no encontrar el fondo de su trabajo.

El desaliento es también una posibilidad, y al crítico y admirador de Aspern le llega la inexorable oportunidad de cuestionarse sobre su búsqueda y hasta reconoce que ya hay suficiente material sobre el poeta para seguir intentando el acceso al inexpugnable sitio donde la anciana guarda los papeles.

Concluye así su reflexión:

Y la situación a que me veía comprometido era el merecido castigo a la más fatal de las insensateces humanas: la de no saber nunca hasta donde debemos llegar

La punta de la madeja

La Sra Bordereau provoca el celo del investigador mostrándole de soslayo, como inopinadamente, un retrato de Aspern, haciendo aparecer la ilusión que solo  es la punta del iceberg y que guarda tesoros todavía más importantes.

El diálogo que se produce entre ambos es extremadamente sugerente, puesto que el crítico simula no reconocer en la pintura a Aspern y la anciana resta importancia al hallazgo, no identifica al modelo y dice al soslayo que se trataba de un hombre muy distinguido en su tiempo:

Yo sé que el mundo va muy deprisa, y una generación se olvida de la otra

No es el caso de Aspern, que no está olvidado para el público lector, pero la frase de la custodia de sus papeles privados nos aproxima a un tema crucial, como es el de los referentes en el campo de la cultura. 

El escritor mexicano Carlos Monsivais hablaba de “las alusiones perdidas” para evocar los cambios y los referentes que animan a cada generación al punto de no reconocerse de una a otra en términos de pocos años: los referentes van cambiando, y cada autor, decía Borges, crea sus propios precursores.

La ruptura de la ética del investigador

No cualquier método es válido en la búsqueda de la verdad. El protagonista se decide a irrumpir en la oscuridad de la habitación de la anciana a quien supone dormida y ciega. 

Cuando se dispone a revisar el escritorio del cuarto, aparece la figura de la Sra Bordereau que “furiosa y arrebatada”, le dice
-        
           -   ¡Ah!, ¡canalla editor!

La publicación de papeles privados por editores y albaceas provee de materiales escritos más allá de la existencia y de la voluntad misma de los autores en publicar sus trabajos. Bolaño quizá sea el ejemplo más emblemático de nuestros días, pero también en los últimos años no han dejado de aparecer papeles del arcón que dejó Fernando Pessoa y aún siendo un lugar común es del caso recordar el incumplimiento de Max Brod del mandato de Franz Kafka de destruir sus papeles, que una vez publicados permitieron descubrir las obras más importantes de la literatura del siglo XX.

¿No hay también un derecho del autor a que se proteja su libertad a no publicar?

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