Hugo Barretto Ghione
(artículo publicado en
2011 en la revista sindical Trabajo y
Utopia)
Recientemente el Consejo de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República tributó un
reconocimiento al Dr. Osvaldo Mantero de San Vicente por su retiro de la labor docente
y por la donación de su biblioteca a la Facultad , que incluye volúmenes que pertenecieron
a su hijo Ricardo.
La ocasión, pese a su sencillez,
tuvo un contenido muy profundo para quienes hemos estado cercanos a Mantero ya
sea en su actividad docente o sindical.
El Mantero que no conocimos
Mi generación no conoce al
Mantero de los años sesenta. En mi caso, solo tengo la referencia de Mitil
Ferreira, histórico dirigente del Congreso Obrero Textil. Mitil, acompañando una ocupación de SADIL e HITESA,
en agosto de 1969, fue herido gravemente
por la policía, que había ingresado al
local fabril de manera violenta. Un disparo dirigido al grupo de obreros que se
desplaza por el patio de la empresa explota en su rostro. Se trata de un
proyectil de gas cuyas secuelas físicas llegan hasta hoy mismo. Los
trabajadores, entre los que estaba Antonio Sangrando, otro entrañable dirigente
textil, solo reclamaban el pago doble por trabajar lunes y martes de carnaval,
tal como tradicionalmente había aplicado el grupo empresarial. No parece que
fuera desestabilizador para la democracia ni merecedor de una represión de esa
magnitud. Osvaldo, asesor del COT en ese tiempo, inició un inédito reclamo de responsabilidad al Estado
que tuvo su fin en 1984.
“Todo lo que se diga sobre
Mantero y su compromiso con los trabajadores es poco” recuerda hoy Mitil con
emoción y reconocimiento.
Tampoco conocemos del todo la labor y la impronta que Mantero dejó en el
exilio venezolano, de la cual nos acercan referencias colegas laboralistas como
Francisco Iturraspe.
Nos dice Iturraspe que Osvaldo
fue investigador en la UCAB
(Universidad Católica Andrés Bello) y profesor de postgrado de la Universidad Central
de Venezuela y Universidad de Carabobo. Rememora también que fue el principal doctrinario de la idea de
Cogestión adoptada por la
Confederación de Trabajadores de Venezuela en su Congreso de
1980, publicando multitud de textos
sobre el tema y generando una verdadera corriente de opinión en la materia. Ha
sido también autor del mas importante libro sobre la Ley Orgánica de
Prevención, Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo de Venezuela, texto que a pesar de haberse modificado la ley
original, sigue siendo una referencia obligada en la materia. Humberto
Villasmil lo recuerda y lo reconoce como un maestro en su paso por Venezuela.
Osvaldo tuvo asimismo una
importantísima labor de formación de docentes e investigadores en el área
laboral - en especial en materia de Derecho Colectivo - dejando una
huella imborrable en la gran mayoría de los actuales profesores de la disciplina
en las principales universidades.
La docencia en todas partes
Podemos en cambio hablar con
cierta propiedad sobre el Mantero que devolvió el exilio, profesor de grado y
posgrado, sagaz e innovador, siempre removedor, con una radicalidad que a veces
extremaba y que uno terminaba por sospechar que era (¿solo?) para incomodar
nuestras certezas mal habidas, nuestras perezas de lugares comunes (termino de
escribir esto y noto la cercanía hasta fonética entre “certeza” y “pereza” ¡que
lejos Osvaldo en cualquier caso!). Podemos hablar de su generosidad y hasta de
su cierta altanería intelectual, que nos hacía más propensos a discutirle.
Seguramente no era otra cosa que un (ingenuo y nunca ofensivo) recurso más del
profesor.
Cuando sobre fines de los años
ochenta me integré a la Sala
de Abogados de la central sindical uruguaya PIT CNT, Osvaldo era parte de un núcleo de talentos
muy difícil de reunir, que incluía naturalmente a Ricardo (su hijo) y a Bismark Font, insustituibles compañeros, y
a Raúl Varela, otro inmenso asesor sindical con quien Osvaldo mantenía una
relación afectuosa y ríspida en el debate, extremos difícil de armonizar si no
se tratara de Osvaldo.
Los viernes, después de la
reunión del Instituto de Derecho del Trabajo de la Facultad de Derecho,
teníamos quienes compartíamos ambos mundos, la oportunidad de un “segundo tiempo” con
Mantero en la Sala
de Abogados del PIT CNT. Mantero trasmutaba así de profesor a militante, con
pocas cuadras de distancia, y con igual y distinto compromiso. La Sala de Abogados fue un
ámbito privilegiado de discusión y elaboración y formación para los más
jóvenes, tan plural y diversa como el propio PIT CNT que la prohijaba. Si lo
considerara de alguna importancia para el lector, todavía podría evocar con cierto detalle
aquella mañana que, casi recién recibido de abogado, me presenté a Raúl Varela y le pedí para concurrir a la Sala amparado mas en el
entusiasmo que en mi capacidad de aportar.
Recuerdo en particular algún
informe de Ricardo Manterio en la
Sala que preanunciaba
su trabajo magnífico sobre los “límites de la huelga” con que culminó su
carrera docente; recuerdo los informes de Raúl que presagiaban las dificultades
de la OIT para
continuar con el impulso normativo, y recuerdo también los debates (felizmente)
interminables que colmaban la paciencia de algunos dirigentes sindicales, sobre la importancia de una Carta Social del
Mercosur, nunca finalmente materializada.
Mirado a la distancia, creo que Osvaldo
en la Sala prolongaba
su labor docente, que aparentaba como
limitada al aula universitaria; no había sin embargo tal compartimentación en
su vocación intelectual: todo era parte de la misma propedéutica.
Tardé en reconocer que toda su
vida era un ir y venir - respetuoso pese a cierta aspereza en la discusión - sobre
el pensamiento del Otro. Ese ir y venir
le producía, sospecho, una íntima e inconfesable satisfacción y afinidad espiritual,
pese a que en medio del calor del debate, podía parecer desatinada cualquier cercanía.
Sin nostalgia, Mantero es parte
de lo mejor de la historia nunca escrita
de lo que fue la Sala
de Abogados del PIT CNT.
Los libros que miran y esperan
Pero como si todo ello no fuera
ya un inmenso patrimonio para nosotros, ahora agrega y regala el mundo más
personal e intransferible que pueda tener un intelectual: sus libros. Este
desprendimiento no hace otra cosa que confirmar la proximidad y la complicidad de
Osvaldo con la inteligencia por encima (muy lejos, muy por encima y
definitivamente) de todo maniqueísmo ni complacencia.
Sus libros irán a la llamada
“Biblioteca Laboral” donada por el Prof.
Plá Rodríguez, ubicada en un
subsuelo de la Facultad de Derecho donde
todos los miércoles se desarrollaban a su fallecimiento las reuniones del “Grupo
de los Miércoles”, del que Mantero también era parte.
Muchas veces, en medio de esas
reuniones que se desarrollaban en la biblioteca, confieso que me distrajo la
atención los volúmenes de Plá, y no me
ha costó mucho imaginar al querido profesor inclinado sobre ellos,
consultándolos, haciendo anotaciones para construir esa obra ejemplar y
edificadora del derecho del trabajo en nuestro país. Ahora estarán también los
de Osvaldo, y el día menos pensado, faltando traviesamente otra vez a la atención
y consideración del colega que esté exponiendo, imaginaré a Mantero leyendo y
discutiendo con los autores de los libros, confrontando creativamente con su dialéctica manera de
pensar y formulando las preguntas fundamentales, esas que ya casi nadie acostumbra
hacer.
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