sábado, 9 de mayo de 2015

María Josefina Plá recibe el premio "Montevideanas" de la Intendencia Municipal de Montevideo


 
En fines de abril  la Comisión de Género y Equidad de la Junta Departamental de Montevideo distinguió a María Josefina Plá con el premio Montevideanas,  que le fue entregado en emotivo acto en la sala Zitarrosa.
María Josefina integró, obviamente, el “Grupo de los Miércoles” que su padre, el Profesor Américo Plá Rodríguez fundó a mediados de los años setenta del siglo pasado, en medio de la noche de la dictadura “cívico – militar”. Pero su compromiso social y político tiene horizontes mucho más amplios que el laboralismo: fue integrante del  Servicio Paz y Justicia y del  Movimiento Vivienda Decorosa, ha sido asesora jurídica de la obra del Padre Cacho, y asesora sindical del gremio bancario. En 1982 formó parte de la Comisión por el “Voto en Blanco”, cuando los militares impulsaron una elección interna entre los partidos tradicionales dejando proscripta a las fuerzas de izquierda.
Desde muy joven se asentó en un barrio popular de Montevideo, Flor de Maroñas, desde donde desplegó su actividad profesional a favor de los sectores más vulnerables. En 2007 adoptó a 3 hermanos huérfanos. María Josefina es entrañable. Su sola presencia  trasmite esperanza, alegría y serenidad. Su palabra va a lo esencial.
Comparto su discurso, una muestra emblemática de su ser.
 
Señora Intendenta de Montevideo, Profesora Ana Olivera

Señores Miembros de la Junta Departamental de Montevideo

Señoras y Señores, amigas y amigos:

Quiero esta noche empezar por saludar y agradecer la presencia de todos ustedes

Me gusta mucho detenerme en los graffitti de la ciudad, y sentirme expresada en la sabiduría de quien los pintó. Hoy recuerdo el que un día descubrí transitando una callecita montevideana “No hay lenguaje que pueda expresar el alma”. Algo de eso siento aquí frente al honor conferido. Por eso me vienen a la vez ganas de decir muchas cosas y a la vez de permanecer en silencio

Pese a ello he venido a agradecer, a hacer memoria, y a comprometerme.

1. AGRADECER. Para agradecer, le pediría prestadas las palabras a Violeta Parra “Gracias a la vida que me ha dado tanto” o podría con María cantar el Magnificat.

Gracias a la familia en que nací, que me regaló tantas oportunidades, tantos alientos, tantos ejemplos, tanta libertad, tanta tolerancia y respeto ante opciones o situaciones que podían no compartir.

Gracias al lugar -Uruguay y concretamente Montevideo- y al tiempo en que he vivido –siglos XX y XXI- y a todas las circunstancias, a todos los trayectos e itinerarios donde puede parecer que hubo pocas mudanzas o cambios, y sin embargo hubo mucha novedad, sorpresa, y asombro renovado cada día

Gracias a la fe, pero no una fe "recibida y conservada" sino siempre recreada y recibida como nueva "revelación", en la historia concreta.

Gracias a todas las circunstancias difíciles por las que debí transitar, personal y colectivamente, porque se convirtieron en aprendizajes de que “la vida siempre puede más”, como decía Victoria Diez camino al fusilamiento; o que “la vida solo cuesta vida”, como dicen otros graffitti.

Como esta “trayectoria recorrida”, yo no la he transitado sola, siento que el premio le pertenece a muchos, y así lo recibo en nombre de todos aquellos y aquellas que caminaron conmigo, en cada trecho del camino y me ayudaron a ser la mujer que soy. A todas y todos muchas gracias.

También agradezco el don de vivir con pasión todas las cosas que hice a lo largo de mi vida, pero muy especialmente la capacidad de disfrute de las cosas más pequeñas y aparentemente insignificantes.

2. MEMORIA. Desearía en segundo lugar hacer memoria de algunos mojones de la trayectoria, algunas vivencias fuertes, descubriendo una vez más como se van anudando.

Me resulta grato hacer así un homenaje a Eduardo Galeano, a quien despedimos la semana pasada pero que lo sentimos vivo, quien nos decía “recordar es volver a pasar por el corazón”

Entre los indígenas se cree que la memoria es una de las siete guías para andar sus pasos; ella apunta siempre al mañana… ayuda a no repetir pesadillas y a que las alegrías sean siempre nuevas…

Desde que supe de esta distinción, vengo haciendo esta memoria fecunda, incluso escribí muchos mojones, pero al final decidí guardarlos en mi corazón, y sé que también están atesorados en el corazón de los presentes, todos aquí tienen trazos de mi vida entrelazadas con las suyas. Doy por bien vivido todo lo vivido, y esta memoria agradecida es fuente de fortaleza para mi presente, así como para alimentar el futuro.

Una constante en mi modo de ir haciendo camino ha sido, ahora lo releo, es dejarme llamar, convocar, por la vida misma. Esa constituye una de mis marcas mayores en la forma de buscar el camino; mis búsquedas no se caracterizan por mi iniciativa sino por “dejarme encontrar”. Más que ponerme plazos, metas, objetivos, yo me siento vibrar, asombrar ante alguna señal, que luego voy siguiendo e hilvanando. Ya lo decía Víctor Frankl: “el sentido de vida no se inventa, se encuentra”, y dice más, “a veces no esperamos nada de la vida, pero la vida sí espera algo de nosotros”. Vivir con sentido eso que la vida nos ofrece, como regalo o como desafío, en general ambas cosas a la vez, allí está el secreto.

Me eduqué en el colegio de las Hermanas del Sagrado Corazón. Allí hice Preparatorios de Derecho. Me recibí de abogada cuando el país se sumía en la dictadura.

 Y en medio de la noche de la dictadura, la llegada en 1975 a la parroquia Santa Gema en Maroñas, marca uno de los momentos significativos de mi vida, con el descubrimiento de una Iglesia que buscaba servir al mundo, que se reunía y celebraba en las casas de los vecinos. Allí fue el aprendizaje de la fraternidad y de la solidaridad cada día. En agosto celebraremos los 40 años de aquel día que marcó tan a fondo mi vida y que me llevó a vivir en Flor de Maroñas desde 1977.

Y así la profesión se fue perfilando a una nueva realidad personal. Fue el tiempo de abrir consultorios barriales en Santa Gema; de tener proyectos con instituciones del barrio; fue la creación de MOVIDE, nucleando en 1982 a barrios que sufrían la amenaza de desalojos que se pretendían hacer en forma colectiva y de un plumazo; de atender durante 10 años en la Obra Padre Cacho en la zona de Casavalle… Y todo alternado con mi trabajo en AEBU o en derecho laboral.

 Quiero recordar especialmente dos proyectos con mujeres: “Recuperando nuestra identidad”, un proyecto de cédulas de identidad en el barrio para que no hubiera niños sin ir a la escuela por no tener cédula o ni siquiera estar inscriptos, y el proyecto de viviendas de la “Cooperativa de mujeres jefas de hogar”, de la calle Perez Castellanos.

Con emoción recuerdo la actuación política y la lucha por los derechos humanos, como una expresión del compromiso del cristiano en la construcción de una sociedad más justa, y más humana: el NO del 80, la creación del SERPAJ en el 81, integrar la comisión por el voto en blanco en 1982, el ayuno de Perico -y otros- en 1983, y  el apoyo ante la disolución del SERPAJ, el ayuno por Wassen en el 84, la amnistía en el 85, la lucha contra la ley de caducidad… entre otros tantos recuerdos.

Se habló también al proponerme la distinción de los viajes donde fui testigo de realidades muy especiales: Nicaragua en 1985 donde viví los  ecos del 6to aniversario de la Revolución en una semana de solidaridad;  Sudáfrica y Haití, como observadora de las elecciones. Sin duda unas de las experiencias más lindas de la vida, ¿cómo no recordar aquella noche en que acababa el apartheid y se izaba una nueva bandera de Sudádrica y se elegía a Mandela como Presidente?!

Pasó el tiempo laboral, llegó la jubilación, pero la vida siguió ofreciendo sus desafíos y esperando una respuesta. Fue tiempo también de acompañar a mis padres. Y es ahí que irrumpe la historia de los tres niños que desde 2008 forman mi actual familia: Ana, Virginia y Ricardo. No voy a contar la historia de cómo mi camino se cruzó con el de ellos. Mucho dolor y también mucho asombro… Vinieron otros lugares a transitar, el Pereira Rossell, la Teletón, escuelas y centros de apoyo. El barrio que yo creía conocer con 30 años de transitar cotidiano se llenó de otros nudos y lazos que disfruto…

Llegaron manos solidarias a abrazar… llegó la sonrisa, la risa y el aplauso de Anita, para asombrarnos y contemplar el milagro cotidiano…

Hoy miramos la ciudad buscando y aplaudiendo cada esfuerzo de mayor accesibilidad…

3. COMPROMISO. La última palabra era la de compromiso, porque como decía el Obispo Angelelli, mártir de Argentina, “Hay que seguir andando nomás”. La trayectoria no se termina, Dios me ha dado la gracia de reconocer la vida allí donde nadie la busca ni la espera. “Hay que vivirlo”, dijera con sonrisa mi vecino Artemio.

Otro mundo es posible. Nuestra contribución es un granito de arena en el inmenso universo y sin embargo si no lo ponemos faltará. Un escritor, O´Murchu, hablando de una categoría cristiana como “el Reino de Dios”, resalta la importancia de “nombrar y celebrar las relaciones vivificantes”. Eso he intentado hacer a lo largo del trayecto vivido y espero seguir haciéndolo. O´Murchu sostiene que la transformación del mundo aparece más viable si se empieza en las márgenes o en la periferia (expresión tan cara al papa Francisco) y que hay que buscar la poesía más que la política. Podríamos concluir nosotros, nunca una sin la otra.

Y quiero terminar con la frase de Gandhi “Casi todo lo que realice será insignificante, pero es muy importante que lo haga”

Muchas gracias.

María Josefina Plá.

20 de abril, 2015

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