Hugo Barretto Ghione
(prof. Titular de
Derecho del Trabajo y la Seguridad Social de la UdelaR)
Jafar Panahi se las ingenió y
nos dio una pista valiosa para ocupar creativamente el tiempo en este
confinamiento hogareño a que muchos
estamos constreñidos o exhortados. En “Esto no es una película”, de 2011,
realiza un ejercicio semi documental filmándose durante un lapso del arresto domiciliario que padeció por imposición del gobierno iraní, material
que pudo sacarse en un dispositivo USB escondido en una torta de cumpleaños
para luego ser exhibido en el festival de Cannes de ese año.
La similitud de la situación
de reclusión con nuestro caso no se limita solamente al aislamiento forzado y
al consiguiente apartamiento de los afectos, sino que alcanza también a un
aspecto más sombrío que padece Panahi: la incomunicación y ruptura de los canales para la expresión del
pensamiento.
El riesgo sanitario, la
perplejidad generada por la indefinición
temporal del retiro domiciliario y la disminución de los ingresos de buena
parte de la población pueden generar un cóctel de insatisfacción y malestar explosivo
si no se valoran los carriles de diálogo y los aportes que provengan de los
colectivos sociales que se ven más amenazados por los efectos sociales y
económicos de la pandemia.
El diario El País luego de una
pausa de quince años ha retomado con fuerza su tradición oficialista secular,
calificando en un editorial del 25 de marzo a las posiciones del PIT CNT y la intersectorial como una manera de “medrar
miserablemente” con la pandemia. Plantea ramplonamente y de forma maniquea la
disyuntiva “patria o cacerola”, aduciendo que toda crítica al gobierno nacional
es “darle la espalda al país” por constituir “un ejercicio absurdo de
militancia en tiempos en que los esfuerzos deberían estar concentrados en
salvar vidas”. Un burdo paralogismo de falsa oposición, diría Vaz Ferreira. El
mismo Presidente Lacalle, en una
intervención desafortunada, ha atribuido
peyorativamente a quienes atisban alguna crítica de sus decisiones de hacer
“política”.
El problema está en que la
política y la crítica son esenciales a la democracia y al progreso en todos los
órdenes, bien lo sabemos todos los que sufrimos las épocas que se conculcaban.
Lo que cualquier posición de
la derecha política no comprende, por las propias limitaciones que tiene su
marco ideológico, es la importancia
vital que reviste para el funcionamiento democrático la existencia de canales
para la manifestación de las sensibilidades y puntos de vista distintos que
porten y traten de hacer valer las
organizaciones representativas actuantes en una sociedad pluralista.
Toda la construcción
democrática moderna descansa justamente en el reconocimiento de “organizaciones
intermedias” entre el Estado y el individuo, que representen genuinamente los
intereses sectoriales (del trabajo, el género, la religión, las ideologías, los
estudiantes, etc) y eviten la
verticalidad deshumanizante de los aparatos burocráticos respecto de la persona
que Franz Kafka retrató admirable y
definitivamente.
La frenética catarata
normativa que el gobierno comunica casi diariamente revela no solamente una
reconocible preocupación por la situación que genera la pandemia, sino también,
en su conjunto, un rumbo que es necesario comprender y apreciar para
contraponer a otras iniciativas provenientes de los propios interesados, de
modo de generar deliberativamente los
consensos necesarios.
Las manifestaciones de
opiniones y propuestas distintas no constituyen una patología ni un
aprovechamiento desleal y antipatriótico, sino una conducta funcional que
permite el ejercicio de la libertad individual y colectiva y libera una energía
que, comprimida, se traduce en una lesividad del derecho a la expresión del
pensamiento y otros derechos fundamentales, cuando no un riesgo de otras
dimensiones.
La preocupación del gobierno
debería ser, contrariamente, en promover el diálogo y las vías de “escape” de
esa tensión contenida por la incomunicación de quedarse en casa y de no
escuchar lo distinto.
Por eso es que muy sabiamente la
Organización Internacional del Trabajo en un documento reciente “El COVID-19 y
el mundo del trabajo: repercusiones y respuestas”[1] afirma que “El diálogo
social tripartito entre los gobiernos y las organizaciones de trabajadores y
empleadores es un instrumento fundamental para elaborar y aplicar medidas
reparadoras sostenibles, a escalas comunitaria y mundial. Ello requiere
organizaciones de interlocutores sociales sólidas, independientes y
democráticas”.
Recuerda la OIT una
experiencia histórica cuando dice que “Varias
crisis, entre ellas la Gran Depresión, han puesto de manifiesto que sólo
podemos evitar el riesgo de que se produzca un círculo vicioso a la baja
mediante la aplicación de medidas políticas coordinadas y eficaces a gran
escala”.
Con más claridad agrega: “Los
gobiernos no pueden abordar las causas y las consecuencias de las crisis ni
garantizar la estabilidad social o la recuperación sobre la base de medidas
unilaterales. El diálogo social constituye un instrumento indispensable para
gestionar las crisis de forma armonizada y eficaz y facilitar la recuperación,
y es un método de gobernanza primordial para llevar a cabo cambios. El
establecimiento de canales de comunicación eficaces y el diálogo ininterrumpido
con los gobiernos son fundamentales para que las organizaciones de trabajadores
y de empleadores puedan gestionar la reestructuración empresarial de manera
sostenible y conservar el empleo”.
Una práctica virtuosa de
reconocimiento de la importancia de la voz de los colectivos de interesados
resulta por otra parte vital para “el día después”, o sea, la reconstrucción
productiva y del tejido social posterior a la crisis, para lo cual esboza el
documento un programa tendiente a la protección de los trabajadores en el lugar
de trabajo, el fomento de la actividad económica y de la demanda de mano de
obra y el apoyo al empleo y al mantenimiento de los ingresos.
Si la obra de Panahi no es una
película, ni la pipa de Magritte una pipa, ojalá que de la actitud del gobierno
podamos decir “esto no es un monólogo”.
[1]
Puede consultarse en el sitio: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---dcomm/documents/briefingnote/wcms_739158.pdf