Hugo Barretto Ghione*
Publicado en La Diaria:
https://ladiaria.com.uy/opinion/articulo/2022/4/el-trabajo-del-futuro-y-el-sandwich-de-miga-de-pan/
“La curiosidad une partes desvinculadas
del mundo y justifica al ser humano”, dice Ida Vitale en las primeras líneas de
“De Plantas y Animales”. El efecto hipnótico de la poética - propio de toda
buena literatura - no debería sin embargo inhabilitar una mirada detenida de
las cosas, ejercicio que en ocasiones permite descifrar que ciertos fenómenos,
que parecen pertenecer a territorios distintos de lo real, son parte de un
mismo proceso.
Justamente, en los últimos días fueron
noticia en nuestro país dos hechos que un juicio apresurado puede ubicarlos en
zonas diametralmente opuestas de la realidad del mundo del trabajo.
Por una parte, se produjo en el
Parlamento nacional el lanzamiento del segundo año de trabajo de la Comisión
Especial de Futuros, integrada por senadores y diputados de los distintos
partidos políticos con representación parlamentaria, cuya agenda estará
centrada en 2022 en la temática “El futuro del trabajo y el trabajo del
futuro”.
De acuerdo a lo informado por los medios,
uno de los asesores de la comisión
expresó que “estamos viviendo la revolución industrial 4.0 que trae consigo un
impacto sobre la vida” ya que “la transformación tecnológica va más rápido de
lo que nos podemos adaptar”. Agregó que esto comporta un reto para la oferta y
demanda de trabajo, porque la necesidad de contar con personal calificado puede
aumentar las inequidades o influir en el sistema previsional. Una experta
agregó que se avizoran cambios en las tareas, en las relaciones laborales, en
la legislación, en la educación, en la formación permanente, “fenómenos complejos
y de impactos a largo plazo” y que será necesario implementar aprendizajes a lo
largo de toda la vida, algo que “trae beneficios y riesgos”, ya que el acceso a
los conocimientos no es igual en todos los sectores de la sociedad, aseguró.
El discurso sobre el futuro del trabajo
está instalado en todos los niveles desde hace años. En su lado optimista se lo
ve como una oportunidad para mejorar la calidad de vida, ampliar las opciones
disponibles y crear nuevos puestos de trabajo a partir de avances tecnológicos
como la inteligencia artificial, la automatización y la robótica, mientras que
en la versión más matizada se advierten riesgos de profundizar las
desigualdades e incertidumbres existentes.
En cualquier caso, es un lugar común
decir que la empresa moderna y globalizada está inmersa en una dinámica de
incesante innovación en tecnología y en gestión del trabajo, canales sin los
que no le resulta posible competir en mercados globalizados. Para cumplir con
ese propósito, requiere de un personal que a través de una formación continua
sea competente para adaptarse a requerimientos productivos cambiantes, con flexibilidad
y autonomía en el trabajo y buenas condiciones y trayectos laborales con sustento
meritocrático. En esta cosmovisión, el único riesgo es dejar fuera del círculo
a quienes no puedan adaptarse o no cuenten con posibilidades de reconversión.
La otra noticia de estos días ha sido el
reclamo sindical por el despido de un trabajador de una de las cadenas de
supermercados más importante por
entender la empresa que constituía una “pérdida de confianza” el consumo
de un sándwich que iba a ser descartado o “de merma”. El trabajador reconoció
el hecho y lo justificó por su situación de necesidad vital. No parece que el
consumo de un sándwich descartado para su venta al público resulte un argumento
plausible para desvincular a un trabajador por constituir una falta grave o
comportar una “pérdida de confianza”. ¿Cuál es la confianza o adhesión que
puede tenerse en una empresa que toma este tipo de determinaciones tan ajenas a
la responsabilidad social y el cuidado de las personas?
Pero fuera de mostrar esa faceta poco
moderna de las relaciones humanas en la empresa, el hecho es significativo porque
nos pone delante de un verdadero dilema: ¿el modelo de relaciones laborales 4.0
y el modelo del sándwich de miga (permítanos el lector esa categorización) son
contrapuestos y solo debemos esperar a que el día menos pensado la tecnología y
la evolución del mercado de trabajo sustituyan esos rupestres modos de tratar a
los “colaboradores”, o por el contrario, son parte de un mismo proceso?
Todo indica que ambos modelos no
solamente conviven, sino que se retroalimentan. Los trabajadores de Amazon en
Nueva York terminan de transitar un verdadero vía crucis para que se les
reconozca la Amazon Labour Union, su organización sindical, un objetivo alcanzado
merced al activismo de Christian Smalls, un trabajador despedido en 2020 por
denunciar a la empresa por incumplir protocolos de seguridad durante el inicio
de la pandemia. Jeff Bezos, titular del gigante tecnológico, se sirvió de
grandes estudios jurídicos y empapeló las instalaciones de la empresa con un
“vote NO” - entre otros medios - para evitar que los trabajadores obtuvieran el
porcentaje necesario para formalizar el sindicato.
Similares dificultades enfrentan los
repartidores que laboran para empresas que emplean la inteligencia artificial
para operar en la distribución de pedidos. Ejemplo de alta sofisticación
tecnológica en la cúspide y de trabajo con componentes de informalidad en la
base, estos trabajadores que serpentean riesgosamente el tránsito para no dejar
enfriar la pizza son la síntesis más incontrastable que el mundo 4.0 y la
precarización del trabajo .no son mundos paralelos, sino que son parte de un
mismo fenómeno. Las grandes cadenas de suministro mundiales presentan en calco
esa misma estructura que denota la diversidad e inequidad de sus extremos,
concentrando los aspectos centrales del negocio en la casa matriz y
descentralizando y segmentando la producción en multiplicidad de eslabones
cuyos últimos intersticios son a menudo carentes de elementales condiciones de
trabajo y de seguridad laboral.
Por ello los desafíos del trabajo del
futuro no radican únicamente (podría decirse que no son siquiera el mayor reto)
en el desplazamiento de trabajadores por falta de calificación, como si se
tratara de un subproducto o efecto no deseado del progreso, subsanable con
programas de formación continua al estilo de las recomendaciones de organismos
internacionales bien pensantes, sino que lo verdaderamente difícil es advertir
que tecnología y precariedad no son “partes desvinculadas del mundo”, sino
distintas facetas inextricablemente ligadas a un mismo modelo. El estudio de
alternativas por tanto no debería soslayar esta dimensión esencial del problema
si quiere hacer algo más por el futuro del trabajo que dar letra a un episodio
de Black Mirror.